El franquismo nos dejó un reguero líquido de historia latente por el resto de la cultura española muy importante, pero, además, nos aportó más de un cuento de terror para no dormir. Entre otros, las dramáticas y miles de vidas de bebés robados que tuvieron lugar en todo el país desde la dictadura de Franco hasta la década de los 90.
Lo que comenzó como una venganza ideológica entre capitalistas y comunistas, terminó como una continuidad delictiva entre madres indefensas e iglesia.
A finales de los cincuenta, los niños de las familias “rojas”, como fueron denominadas, se devolvieron tras la separación de sus familias debido a la guerra, no a sus ciudades de origen, sino a cualquier otro sitio para establecer o entrar en conflicto con los comunistas. Repartieron a los críos en familias capitalistas de elevado nivel económico y, dichos niños, han podido morir sin saber su origen, su verdadera familia y la verdad acerca de sí mismos.
Cuando este negocio se les acabó a los que lo manejaban, decidieron continuar con él, más allá ya de la ideología o la política. Instauraron una red de tráfico de niños, los cuales eran arrebatados de unas madres inseguras, indefensas y desarropadas por su país. El estado de estas mujeres fue el resultado de los restos del franquismo: personas completamente apoyadas en las instituciones, incapaces de posicionarse o defender su estado de persona íntegra. La iglesia, a priori, se aprovechó de esta situación.
VÍCTIMAS. TENÍAN ALGO EN COMÚN, EL DESARRAIGO Y DESARROPO DE SU PROPIA SOCIEDAD.
Nos podemos cuestionar múltiples preguntas acerca de las madres biológicas de los niños robados; ¿Cómo no pusieron el grito en el cielo al encontrarse en esa situación? ¿Verdaderamente fueron robados o fue algo consentido? Pues bien, para obtener respuesta debemos adecuarnos a la época en la que todos estos hechos tuvieron lugar, la situación histórico-cultural del país y la situación de estas mujeres ante la sociedad.
Las víctimas de este despreciable pero muy común robo de bebés, una vez pasada la época del más intenso franquismo, tenían algo en común: el desarraigo y el desarropo por parte de su sociedad.
En la década de 1950, comienza esta nueva etapa de terror para estas mujeres. Dichos robos se prolongaron hasta 1990, prácticamente.
Las víctimas, al igual que en la primera etapa del tráfico de niños, pertenecían al grupo de los derrotados. Esta vez se trata de mujeres, e incluso matrimonios, que habían perdido su dinero o su profesión debido a la depuración llevada a cabo por el Régimen.
Éstas víctimas carecían de recursos en cualquier sentido. Se consideraban individuos que habían perdido cualquier capacidad de protesta debido al miedo y resultaban ser enormemente manipulables.
Muchas de ellas eran jóvenes madres solteras que, presionadas por sus padres, habían abandonado a sus bebés con la notable complicidad de las instituciones religiosas, las cuales les aseguraban oportunamente que habían fallecido durante el parto para que no insistieran en la crianza de los niños.
Otro perfil de las víctimas se podía situar en chicas de la burguesía española que habían tenido un “tropiezo” mientras estudiaban en el colegio o la universidad. Éstas eran escondidas en las casas cuna destinadas a embarazadas, mientras el círculo familiar y social de estas chicas creían que se habían ido a estudiar fuera por un tiempo.
También, a esta larga lista de víctimas, se le sumaban las mujeres viudas o matrimonios en crisis que dejaban temporalmente a sus hijos en las casas cuna para que les educaran y alimentasen mientras la pareja recuperaba la estabilidad económica para poder, de nuevo, ser capaces de mantener a sus hijos. Normalmente, en estos casos, los críos eran dados en adopción mediante el engaño de los padres biológicos, a los que se les daba la falsa creencia de que se cuidaría de ellos hasta que volvieran a recogerlos.
Finalmente, el último grupo o clase de víctimas de este tráfico de niños eran mujeres que habían dejado sus ciudades o pueblos rurales y se habían trasladado a las capitales para trabajar y que, faltas de cualquier educación sexual y sin posibilidad de acceder a la píldora anticonceptiva, quedaron embarazadas. A estas mujeres se les lavaba el cerebro para que cediesen a sus hijos, por cómo serían vistas socialmente.
MODUS OPERANDI
Esta red de tráfico ilegal de bebés tuvo una enorme disparidad entre todas las ciudades en las que ocurrían estos hechos, el enorme abanico de fechas en las que tuvieron lugar los robos y todas las clínicas y casas cuna “metidas en el ajo”.
A pesar de tanta diferencia geográfica y otras, la forma de actuar de cada clínica era terriblemente similar. A la madre se le decía, según daban a luz o despertaban de la sedación de ingentes cantidades que habían recibido, que el niño había fallecido durante el parto, que había nacido muerto.
En múltiples ocasiones, la madre se empeñaba en ver a su hijo, tenía ese derecho. Tanto médicos, como enfermeras o monjas que asistían en el parto, aprovechando el efecto de los sedantes, les convencían de que ver a la criatura era un trauma innecesario, o que el bebé había quedado deformado, el niño ya era un ángel de Dios.
Por otra parte, el personal sanitario manifestaba en todos los casos que “se encargaban de todo lo que concierne a los trámites de enterramiento” incluso al reclamar los propios padres el cuerpo del bebé.
Es natural pensar que no todos los bebés fueron robados. Muchos de ellos eran dados en adopción: adopciones irregulares que se presentaban bajo la cobertura aparente de Obras de Caridad, ejercidas por personas consagradas a la iglesia católica o muy próximas a sus estructuras formales, lo que avalaba su Impunidad; donde bajo la moral se incitaban a las jóvenes madres a ceder a sus bebés en adopción, una adopción provista de toda clase de irregularidades, donde administrativamente se procedía a desvincular a padres e hijos borrando toda identidad.
Es importante destacar que la propia Ley de Adopción modificada en 1987, facilitó hasta ese momento el tráfico de niños por inscribir a los bebés adoptados como propios. Al igual que la Ley de parto Anónimo modificada durante una década después en 1997.
CASAS CUNA: LOS PISOS-PATERA PARA EMBARAZADAS
Bilbao: “A Dolores se le puso a trabajar como “fregona” para poder costear su estancia en aquel piso”.
A oídas entre todos los relatos de las madres biológicas que perdieron a sus niños, llegan historias y nombres, entre otros el de Mercedes Herrán de Gras. Esta mujer levantó una extensa red de pisos patera para embarazadas en Bilbao, con dirección en la calle Alameda de Urquijo. El objetivo de estas casas cuna no era otro que entregar a niños en adopción mediante una asociación fundada ex profeso por ella misma, denominada “María Madre”.
Doña Mercedes llegó a alcanzar la posesión de ocho viviendas en la capital vasca, con una media de entre 10 y 22 chicas en cada piso. Según cuenta Dolores Chumillas, una de las mujeres que allí se alojó durante su embarazo, Mercedes era una mujer soberbia, muy rica, siempre enjoyada. No hablaba con las chicas, únicamente, cuando iba a verlas, les tocaba el vientre y calculaba el tiempo que le quedaba a cada una para dar a luz.
Dolores fue captada por Fernando Ayala, un cura que remitía a los pisos de Doña Mercedes a las jóvenes que conocía en la parroquia de San Nicolás de Bari. Sin embargo, el perfil de chica que se podía encontrar en dicho piso de Bilbao, no era más que uno de los grupos de víctimas citado previamente; niñas de familia bien, con distinta forma de vestir a la de Dolores, distinta forma de hablar, de manos muy cuidadas, enjoyadas también… Sus padres iban a verlas con frecuencia, según recuerda Chumilla.
A Dolores se le puso a trabajar como “fregona” para poder costear su estancia en aquel piso.
Según el testimonio de otra mujer, éstas eran hijas de jueces, médicos, abogados, aristócratas, políticos, militares, empresarios… Esta mujer acusa a otra persona del robo de niños, en este caso se trata de Herrán de Gras, por robarle a su hijo en 1974. El padre de esta chica, que ingresó en la casa cuna con diecisiete años, tuvo que pagar por la estancia de su hija 25.000 pesetas. “Solía decirme que con ese dinero podía haberse comprado un piso” comenta la chica, abrumada.
Pero aparte de niñas ricas, Mercedes aceptaba otro tipo de niñas, como Dolores Chumilla, sin apoyo económico alguno o familiar. Para ocuparse de estos casos, eran los mismos religiosos los que captaban a las mujeres embarazadas y las dirigían a los pisos patera de Doña Mercedes.
Dicha mujer, colocaba a las mujeres según su clase social. Las que poseían pocos recursos económicos eran situadas en una misma habitación a todas, según recuerda una de las inquilinas de alta posición financiera. Dolores aseguraba que Doña Mercedes tenía una estantería llena de libros donde registraba a cada chica que se alojaba en los pisos. A esto añade, que había por todas partes fotos de la mujer con el papa, con Franco… lo que nos puede dar qué pensar con respecto a las dimensiones que podía haber alcanzado la red de tráfico de niños.
A las chicas no se les permitía salir de los pisos prácticamente, todo dependía de su origen. Los domingos un cura iba a dar misa en los pisos. Las chicas que eran de Bilbao no tenían permitido salir, las que eran de fuera y habían ingresado en los pisos de forma voluntaria, tenían cierto permiso para salir de vez en cuando. Pero, sin embargo, las que estaban allí forzadas por sus padres, sólo podían salir de vez en cuando y vigiladas por alguien de confianza de Doña Mercedes.
“Peña Grande”: La maternidad – prisión
La trama de tráfico ilegal de bebés no sólo tenía casas cuna para niñas con dinero. Una red como aquella tenía a su plena disposición conventos, viviendas, pensiones, reformatorios, todos ellos encubiertos, para ocultar a estas chicas y, en su plenitud, ligados a la iglesia.
CASOS REALES
Encontramos múltiples casos reales que dieron un sentido criminal a la trama de robo de bebés, entre otros los de Soledad, Enriqueta, Maria Luisa y Paloma, cuatro madres que sufrieron el robo de sus hijos y que contaron abiertamente sus historias con el propósito de poder encontrarlos.
Soledad: "Perdí la pista de mi hijo en la incubadora"
"Me quedé embarazada con 18 años, pero durante el embarazo rompí la relación con el padre de mi hijo. Mi familia lo aceptó y me apoyó siempre. Yo fui a parir al hospital Francisco Franco, hoy llamado Gregorio Marañón. Me ingresaron supuestamente porque estaba de siete meses, pero rápido me puse de parto. Pude escuchar a mi bebé llorar con fuerza, pero me dijeron que le iban a meter en la incubadora porque era sietemesino, allí perdí su pista", nos cuenta está madre que a día de hoy sigue buscando a su hijo.
Enriqueta: "En mi parto estaban Sor María y el Dr. Vela"
"Yo estaba casada y tenía tres hijos más. Me quedé embarazada otra vez y, aunque tenía Seguridad Social, quería dar a luz en una clínica privada. Elegí la Clínica San Ramón, donde estaba el doctor Vela. Cuando me puse de parto fui al hospital y me mandaron para casa hasta las 10 de la noche. A las ocho de la tarde volví a la clínica y sobre las 12 de la noche me bajaron, pero a mi marido no le dejaron acompañarme. Sor María y mi doctor me dijeron que iban a ponerme un suero para que las contracciones viniesen más rápidas, pero me durmieron. Yo escuché llorar a mi hija y al doctor diciendo que me volviesen a dormir", nos ha contado Enriqueta, una madre convencida de que alguien le robó a su recién nacido.
Paloma lleva 33 años buscando a su hija.
"Ingresé a las 5 de la mañana y a las 5 había nacido mi niña en la maternidad de O'donnell, donde yo ya había tenido a otro hijo sin ningún problema. Me pusieron a mi niña encima, una niña preciosa con 3'5 kilos. La llevarona a la habitación y mi marido la estuvo viendo. Cuando mi marido se fue a casa a descansar, la monja vino y se llevó a mi hija para hacerle el reconocimiento médico. A mí me puso una inyección y no me desperté hasta por la tarde. Entre sueños escuché que a la niña se la habían llevado a la incubadora porque tenía frío y nunca más se la dejaron ver a nadie. Al tiempo me dijeron que estaba muerta, supuestamente a causa de un ataque al corazón", nos ha contado esta madre que lleva 33 años buscando a su hija.
Mª Luisa, una historia con final feliz
Mª Luisa cumplía el perfil de las víctimas. Una mujer joven, separada y con una hija nacida de un matrimonio que ya se había roto. "Empecé una relación después de separarme pero, cuando me quedé embarazada, mi pareja me dijo que tenía una novia de toda la vida. En ningún momento se me pasó por la cabeza abortar. A mis manos llegó una revista en la que decía que Sor María ayudaba a madres solteras con problemas y decidí ir a verla acompañada por mi madre", nos cuenta esta madre a la que le fue arrebatada su hija.
Después de dar a luz, a Mª Luisa le aseguraron que su hija había muerto. Poco después la versión cambió, comunicándole que, aunque estaba viva, iba a ser dada en adopción. No tardó en plantarle cara, pero Sor María le amenazó con quitarle a su otra hija por haber sido madre fuera del matrimonio.
Pero el destino ha hecho que recupere a su hija, con la he hoy en día mantiene una relación de madre e hija: "Mi hija Inés escribió la historia en el periódico 'El Mundo' la historia de cómo le robaron a su madre su hermana. Pude ver que había más personas como yo y comencé la búsqueda. Dio la casualidad de que mi hija también me estaba buscando y una periodista nos ayudó a encontrarnos".
Aunque madre e hija han estado separadas muchos años, asegura que su relación es totalmente normal: " Después de 29 años nos encontramos y es como si nunca hubiésemos estado separadas. Mantenemos una relación de madre e hija".
LA MANO DE LA JUSTICIA: PRINCIPALES RESPONSABLES
- MARIA FLORENCIA GÓMEZ VALBUENA
María Florencia Gómez Valbuena nació el 8 de abril de 1925 en Valderrueda, León. Era española y su ocupación era religiosa en las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul.
“Fría”, “calculadora”, “como Jekyll y Hyde”. Así es como recuerdan a sor María; matrimonios que se convirtieron en padres gracias a ella cuentan que acudieron a verla tras oír hablar de “la monja que daba niños”. Y algunos de esos bebés dados en adopción recuerdan hoy que mantenía el contacto con ellos, incluso les preguntaba por las notas.
La religiosa trabajaba como asistente social en la clínica Santa Cristina y colaboraba en la de San Ramón, dirigida por el doctor Eduardo Vela, otro de los nombres que más se repiten en las denuncias por robo de niños. Estaba muy solicitada. A ella acudían matrimonios de distintas partes de España frustrados por la dificultad de adoptar por los cauces tradicionales —en 1980 la Diputación de Madrid acumulaba más de 6.000 solicitudes— y embarazadas en apuros, como María Luisa, o jóvenes solteras que se habían quedado embarazadas trabajando de sirvientas o a las que sus padres habían echado de casa al conocer la noticia. La religiosa las enviaba a una pensión en Madrid donde siempre había habitaciones reservadas a su nombre, o a un piso en el barrio de Salamanca.
Apenas salían, salvo para las revisiones con el doctor Vela. Algunos de los padres que luego adoptaron a esos bebés guardan las facturas que sor María les pasaba por la estancia de las chicas. En 1978 ascendían a 500 pesetas por día. Alejandro Alcalde, que adoptó a la hija de María Luisa, Pilar, pagó casi 100.000 en 1982 por “gastos de parto, anestesia…”. Él recuerda a sor María como “de una terrible frialdad”. Le ofreció cambiar al bebé por otro porque Pilar había nacido enferma.
Muchos matrimonios que querían adoptar llegaban a sor María derivados de la Agencia Española de la Protección de la Adopción, fundada en 1969 por el fiscal del Supremo Gregorio Guijarro, padre adoptivo de gemelas. En 1980, cuando ya se hablaba de un mercado ilegal de bebés, Guijarro declaraba a EL PAÍS: “Hoy por hoy, el sistema más rápido para conseguir un niño en adopción es ganarse la simpatía de las personas relacionadas directamente con el tema: asistentes sociales, monjitas... En cuestión de adoptantes, un buen fichero está en manos de sor María Gómez Valbuena”.
Estaba imputada por los delitos de detención ilegal y falsedad en documento público en la causa de los niños robados. La firma de Sor María aparece en centenares de documentos de adopción, los cuales ha indicado la Fiscalía de Madrid que empezará a investigar según vayan apareciendo más denuncias firmes. La monja, en su primera citación en los juzgados nº47, se negó a declarar y más tarde en un comunicado se ha declarado inocente.
Sor María muere sin responder a la justicia el 22 de enero de 2013 y algunos de los afectados por la llamada trama de "Bebés robados" aseguran que la religiosa no ha fallecido, y que su muerte es un montaje.
- EDUARDO VELA
El doctor Eduardo Vela, la mano derecha de Sor Maria, de 79 años, tuvo que presentarse ante el juzgado número 46 de Madrid, el anterior 18 de junio. Vela era la mano derecha de sor María Gómez Valbuena, también imputada en dos casos de niños robados y fallecida el pasado enero. Dirigía la clínica donde nacieron muchos de los niños que fueron robados. Este hombre fue capaz de enseñar a mujeres a “fingir un embarazo”.
Eduardo Vela, ginecólogo, va a los Juzgados de Plaza Castilla ante la denuncia de la presidenta de la asociación SOS BEBES ROBADOS DE MURCIA, por la partida falsa de nacimiento firmada. Vela admite reconocer su firma en un contrato de compra-venta, sin embargo, niega haber participado en esta trama. Dicha mujer dice que el Doctor Vela la arrebató de los brazos de su madre biológica en el año 1969,(según fuentes jurídicas de la pág.).
Eduardo Vela, respondió a las preguntas de todas las partes en el juicio, afirmando reconocer su firma de la partida de nacimiento, pero niega conocer a la supuesta madre que aparecía en la partida de nacimiento, la cual es estéril.
Una denunciante vio positivo el hecho de que Eduardo Vela prestara declaración en el juicio, añadiendo las siguientes palabras: "Este es un paso más en la lucha para esclarecer los casos de tráfico de seres humanos que ha habido en España durante cinco décadas".
El jesuita Félix Sánchez Blanco puso en contacto a la futura madre adoptiva con el doctor Vela, y le aconsejó que simulara un "embarazo con cojines."
El ginecólogo Eduardo Vela fue el director de la clínica San Ramón de Madrid, una auténtica fábrica de bebés. Cuando en 1981, la Brigada Judicial de Madrid detuvo a cinco mujeres y un hombre por su presunta implicación en un delito de tráfico de recién nacidos, la investigación apuntó a su clínica, situada en el Paseo de La Habana de Madrid. Eduardo Vela llegó a ser interrogado, pero no puesto a disposición del juez que llevaba el caso.
Los policías le preguntaron por el inusual número de “madres desconocidas”, que daban a luz en aquel hospital, tal y como figuraban registradas. El doctor Vela contestó en aquella ocasión que aquellas madres querían desprenderse de sus hijos y que él las inscribía como desconocidas para proteger su identidad.
Así se lo repitió casi 30 años más tarde, cuando se destapó el escándalo de los bebés robados, a los hombres y mujeres adoptados en su clínica que desfilaron por su consulta de ginecología para preguntarle por su origen. A todos los desanimó. Les dijo que había quemado sus archivos “por seguridad”. Cuando este diario le preguntó por ese registro, aseguró tajante: “Eso es mentira”.
Ante la policía, en 1981, Vela había asegurado que la clínica tenía un libro en el que hacía constar el nombre de la madre biológica y el de los padres adoptantes. Cuando los agentes le requirieron el libro, Eduardo Vela se negó alegando motivos “deontológicos”
La clínica San Ramón fue finalmente clausurada, pero Vela siguió ejerciendo como ginecólogo. La fiscalía de Madrid lo citó para interrogarlo en julio de 2011 ante la multitud de denuncias por robo de bebés que había recibido y que apuntaban su nombre. Pero Vela se limitó a decir que él no había robado ningún niño y que no recordaba ninguno de los casos de los que le hablaban porque había pasado mucho tiempo. A diferencia de sor María Gómez Valbuena, su mano derecha en la clínica San Ramón, el doctor Vela no fue imputado a raíz de aquella declaración.
- LA ENFERMERA QUE PRESENCIÓ VARIOS CASOS DE NIÑOS ROBADOS
Trabajó en la Maternidad Provincial entre los años 1966-1969 y hoy esta auxiliar de Enfermería ya jubilada asegura que presenció dos casos que podrían, a su juicio, considerarse de "niños robados".
Esta auxiliar de Enfermería podría ser la clave de una trama que en Toledo tuvo su epicentro en la Maternidad de San Juan de Dios, hoy edificio en rehabilitación para acoger una residencia o centro de día de mayores en el barrio de la Judería. Una trama que también se extendió después al hospital Virgen de la Salud.
Se trata de una testigo clave para la investigación, cuyo testimonio podría aportar algo de luz. Esta enfermera jubilada ha relatado un escalofriante relato que ya está en manos también de la Policía Judicial...
- “Yo tenía diecisiete años cuando empecé a trabajar en Maternidad (1966) y a los pocos días fui testigo de uno de los casos”, relata, añadiendo, “estábamos en la sala de partos doña Paquita -la comadrona- y sor Sagrario, una compañera y yo misma. Nada más dar a luz la mujer sor Sagrario comenzó a gritar: ha nacido muerto, ha nacido muerto y doña Paquita cogió al bebé sin que apenas pudiera verlo la madre, sacándolo de la sala a toda prisa”. “Mi sorpresa -continúa con el relato- fue mayúscula, yo miré a mi compañera y como vi que no decía nada yo también me callé, el bebé estaba vivo”.
Esta auxiliar, “J”, dice que aquellos tiempos eran difíciles “pensé que lo mejor era callar, tenía trabajo y eso era lo que importaba”. Después nada más se sabía del recién nacido. “A la madre, que solía estar sola en esos momentos, le decían que había nacido muerto y cuando llegaba la familia y preguntaban por el cuerpo les comunicaban que ya había recibido sepultura”.
Esta situación la presenció en una segunda ocasión y tuvo conocimiento de otra durante el tiempo que permaneció trabajando en Maternidad, un servicio dependiente entonces de la Diputación Provincial.
Asegura que en los dos casos que ella presenció se trataba de madres que llegaban a Maternidad unos días antes de salir de cuentas, porque “así se las aconsejaba” y que se quedaban solas “porque en aquellos tiempos la familia no podía permanecer tantos días en el hospital o en la ciudad”. En esos días, asegura “J”, “la monja les iba haciendo todo tipo de preguntas, con el fin de conocer su situación familiar y su nivel de vida, además de esta forma se iba ganando su confianza”. Así una vez el niño muerto todo parecía fácil para la trama. Se preparaba todo para la supuesta adopción o incluso partos ficticios de las madres adoptantes. Todo un engranaje que ya escapaba a sus manos.
Todos estos datos están en manos de la Policía que ahora está contrastando con la versión de las pocas personas que aún quedan vivas y que pudieron tener alguna relación con los “niños robados”.
La enfermera que se asegura haber presenciado al menos dos casos de “niños robados” cree que a pesar de las dificultades que ha expresado el fiscal jefe no todo está perdió. Señala al archivo de la Diputación como la fuente más segura para poder contrastar la existencia de adopciones “ilegales” en Toledo.
- “En los archivos tiene que estar toda la documentación, tanto la de los fallecimientos como las de las adopciones y las fechas tienen que ser muy coincidentes”, explica, añadiendo que tirando de este hilo podría resolverse algún caso, ya que el “modus operandi” siempre era el mismo. Aunque reconoce que en otros será inútil, ya que también conoce alguna situación anómala, como registrar el ingreso de una mujer con fecha y hora de parto que “nunca había estado embarazada”.
Sin embargo, las investigaciones en estos momentos caminan por otros derroteros. De momento nadie confirma la versión que ofrece esta auxiliar de Enfermería ahora jubilada e incluso en algún caso lo niegan con rotundidad.
La Policía ha tomado declaración a otras compañeras, a ginecólogos y pediatras y de momento la investigación no arroja ninguna luz. Aun así, esta mujer prefiere mantenerse en el anonimato, está decidida a prestar su testimonio “ante un juez, un fiscal o ante quien haga falta”, aseguraba también con contundencia en declaraciones a este diario. Con la misma firmeza defiende que las situaciones que ella relata son coincidentes con la historia de las familias que buscan en Toledo a “sus niños robados”. “Yo viví unos hechos que ellos ahora están contando”.
Así mismo defiende que se ha decidido a hablar ahora “porque en mi cabeza siempre he tenido unos problemas morales muy grandes y creo que ahora puedo ayudar a mucha gente”. En este sentido declara que “en aquellos tiempos de ricos y pobres todo era más complicado, te podían poner de patitas en la calle y por eso ni ellos hablaban ni nosotras preguntábamos, además con el tiempo comprendí que podría tratarse de algo más grande”.
Así las cosas, la Policía Judicial de Toledo sigue trabajando sobre estos datos, aunque en los casos denunciados en el hospital Virgen de la Salud la cosa se complica debido al incendio que hace años se declaró en el edificio y en el que se perdió mucha documentación.
SEGUIREMOS TRAS LA PISTA
Es duro imaginar cómo se debieron sentir cada una de las madres que sufrieron este fenómeno tan tópico durante el siglo pasado, pero más difícil es ponerse en el lugar de las mentes que pusieron todo esto en marcha. ¿Qué les motivó? ¿Qué hizo que no cesaran en estas reprobables actividades? ¿Cómo fueron capaces de mentirles a la cara a todas estas mujeres acerca de falsos fallecimientos?
Sabemos lo que pasó a pequeños rasgos sin la información en su totalidad, pero lo que no podremos saber es cómo se sintieron las madres y padres, los hijos e hijas ante el desamparo de la ausencia parental real. Arrebatar a un bebé de sus verdaderos padres es uno de los actos más crueles más allá de la normalidad. Por muy cierto que sea el hecho de que las monjas y médicos respondieran ante un poder más alto que la misma crueldad personal.
Seguiremos tras la pista de la verdad absoluta con estos casos del siglo anterior, porque la verdad no reside en el taparse los ojos, sino en su pleno conocimiento. Hasta que no se destape el pastel de forma completa, el velo aún no se habrá deslizado de nuestros ojos.
Lo que sí podemos tener claro es qué contestar cuando los niños de hoy en día pregunten a sus padres… ¿mamá, mamá, a todos los niños nos trae la cigüeña?
Marta López Ger
Estudiante de Criminología en la UCJC
Estudiante de Periodismo en la URJC
Blogger de páginas web de Criminología y Moda
Redactora en la Página Web “Criminología de estar por casa”
Contacta mediante e-mail: martuchiger@gmail.com
Muy buen artículo, sigue trabajabdo así que llegarás lejos.
ResponderEliminarManuel
familias adoptantes de los niños k servia Mercedes Herranz d Grass, unas veces pagaban y otras les pedia donativo material. productos de la huerta y de caserio. Dependiendo de su economia y de dnd provenia esa peticion. Y lo k voy a contar ahora montara en colera a mucha gente pero es real.
ResponderEliminarDejando a 1 lado a la madre gestante k ella era la victima, Mercedes ejercia una gran labor social a las familias de esa inocente madre. Pocos casos hay en los k Mercedes dijera k el bebe habia muerto.. Les decia la verdad. Tus padres no pueden criar a ese bebe, eres la deshonra de la familia, su padre esta casado y es importante y tu eres la criada, no volveras a trabajar en una casa. O simplemente eres demasiado joven y no estas casada para mantenerlo. 1 cosa buena de Mercedes era k hacia seguimiento a esos bebes. Vigilaba a sus padres adoptivos y quedaba a comer, merendar o se presentaba en casa a tomar un cafe. Siempre para ver como estaba ese bebe/ infante y asegurarse de k estaba bien cuidado. Desconozco si retiro algun niñ@, muy mal tenia k estar la familia y eso no se cuenta.