La
detección, identificación y análisis CERTEROS de vestigios es una de las
bases fundamentales sobre la que se apoya una investigación criminológica.
Estas “pruebas” no sirven de nada si, después de pasar por ciertas manos, se
acaban ignorando. En muchos de los casos son las víctimas las que sufren las
consecuencias y no pueden “pasar página” o intentar “empezar desde cero” al no
poder ponerle rostro a un/unos culpable/s. En otras ocasiones, son personas que, sin
comerlo ni beberlo, se ven entre rejas porque sí y, algunos de ellos, gracias a
que los casos que se investigan son extremadamente mediáticos, no pueden
rehacer sus vidas sin ayuda.
He acabado de leer el libro “El rastro del asesino: el
perfil psicológico de los criminales en la investigación policial” de Vicente Garrido. En él, tras leer
cuatro de los cinco casos que expone, se pincela de forma muy sutil que en
alguno de ellos, antes de “atrapar” al culpable, ya se detuvo a gente que no
tenía nada que ver.
En el caso Ferrándiz, se detuvo a un
camionero erróneamente. En el caso del Asesino de la Baraja, por orden del delegado de
gobierno, por la presión de tener las elecciones a la vuelta de la esquina, se
detiene a un sospechoso sin tener las pruebas suficientes. En 1998, la INTERPOL envía una orden a España, dando todos
los datos de un criminal llamado Tony King, detallando la cantidad de
atrocidades por las que es buscado y, tras ignorar las “señales” se detiene a
Dolores Vázquez por uno de los delitos que él mismo comete.
Si tecleamos en Google: “encarcelados por
error”, podremos encontrar una base de datos que traducida en tomos no cabría
en nuestra biblioteca personal. Johnny Briscoe (Missouri) pasó 23 años en
prisión bajo cargos de violación, sodomía, robo y asalto a mano armada sin
tener evidencias irrefutables de ello. Rafael Ricardi (Cádiz) murió de una
parada cardíaca al no haber superado las secuelas de 13 años de cárcel por dos
delitos de violación que nunca cometió. Unas pruebas de ADN mal etiquetadas
llevaron a un gallego que nunca había estado en los hechos del crimen a pasar
260 días preso. Etc, etc, etc… Si seguimos, no acabamos.
Podemos poner solución a esto, pero todas
las partes implicadas deben colaborar. No sirve de nada que 2 de 3 hagan bien
su trabajo, si el tercero obvia las evidencias, “necesita” quitarse del medio
“papeleo”, le interesa ponerle nombre a un show televisivo o colgarse una
medalla. Lo importante es la
EFICIENCIA; trabajar muy rápido no es sinónimo de que se esté haciendo algo
bien; utilizar muchos recursos no quiere decir que todo lo que llegue a
nuestras manos nos sirva; hay que gestionar lo que disponemos de forma correcta
y hacerlo en el tiempo que sea necesario sin dormirnos en los laureles. Debemos
dejar de lado el “Ande yo caliente, ríase la gente” porque lo único que
podemos conseguir es que alguien sufra las consecuencias. Y aunque el tiempo
ponga a todo el mundo en su sitio, a algunos una indemnización no les sirve de
nada. Pero como en todo, eso ya es cuestión del nivel de moralidad de cada uno.
“Es cosa fácil ser bueno: lo difícil es ser justo”
– Victor Hugo
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Angie Muñoz Mejías
Estudiante de Criminología UOC
Contacto: anxineta@gmail.com
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