miércoles, 27 de julio de 2016

Derechos Humanos, Cultura y Género

  
La cultura es un concepto variado y cambiante. Se constituye a través de valores, símbolos, costumbres, historia, memoria, rituales y formas de entender el tiempo y las relaciones interpersonales. De hecho, no existe una cultura, sino varias. Las culturas afectan la forma en que las personas piensan y actúan, e influyen sobre las circunstancias externas que a su vez las afectan, por lo que las culturas cambian en respuesta.  

En todas las sociedades y en todas las culturas, sean mayoritarias o minoritarias, se han asignado y se asignan recursos, propiedades y privilegios a las personas de acuerdo con su condición genérica. En todas las culturas late una normativa diferenciada de acuerdo al sexo.  

El Informe Estado de la Población Mundial 2008 del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) plantea una relación entre la cultura, los géneros y lo derechos humanos. Aunque los estándares internacionales de derechos humanos reconocen la dignidad inherente a todas las personas y destacan la igualdad de los derechos de hombres y mujeres, los usos culturales de los derechos humanos en las comunidades arrojan como resultado que éstos sean disfrutados en mayor medida por los hombres. Tal es así, que la Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos, celebrada en Viena en 1993, subrayó la importancia de eliminar la violencia contra la mujer en la vida pública y privada, y erradicar cualquier conflicto que pueda surgir entre los derechos de la mujer y las consecuencias perjudiciales de ciertas prácticas o costumbres propias de las herencias culturales que se vienen transmitiendo de generaciones remotas y que agreden la integridad física y psíquica de las mujeres vulnerando sus derechos humanos. Entre estas prácticas podemos citar la mutilación genital femenina, la lapidación, el uso de la burka o las costumbres de la tribu Padaung (del grupo étnico Karenni) en Asia, por mencionar sólo algunas. Es fundamental la definición que proporciona Naciones Unidas sobre violencia de género porque sitúa ésta como algo que afecta a las mujeres sólo por el hecho de ser mujer.  

Lo que cabe preguntarse ahora es por qué es algo que sólo afecta a las mujeres y qué significa en sociedades como la española el hecho de ser mujer. La mayoría de los autores coinciden en que la causa es la discriminación femenina y detrás de ello estaría el tipo de sociedad actual y también la sociedad histórica de la que es deudora.  

Según el antropólogo Marvin Harris las sociedades patriarcales son aquellas en que los puestos claves de poder son ocupados mayoritaria o exclusivamente por varones. Eso es lo que ocurre en nuestra sociedad a pesar de los esfuerzos: las caras del poder económico o político siguen siendo en su mayoría de hombres. Sin embargo, no existe ninguna norma ni discriminación explícita contra la mujer.  

La catedrática Alicia Puleo define dos tipos de patriarcados, los de coerción y los de consentimiento. “Mientras que los primeros utilizarían más la violencia contra las que se rebelen ante las normas consuetudinarias, religiosas o jurídicas, los segundos incitan amablemente, convencen a través de múltiples mecanismos de seducción para que las mismas mujeres deseen llegar a ser como los modelos femeninos que se les proponen a través de la publicidad, el cine, etc.”. La sociedad española es entonces en una sociedad patriarcal de consentimiento. 

La persona a lo largo de su vida forja su identidad en relación al sexo al que pertenece. La historia ha destacado como cualidades masculinas “la fortaleza” y en las mujeres “la debilidad”. En nuestra sociedad aún se considera que los hombres no deben expresar sus sentimientos.  

En cambio en las mujeres existe todavía una idealización de las relaciones afectivas justificadas en elementos socializadores como el cine que hacen que, como señalan Laura Torres y Eva Antón, las mujeres perciban como normal el hecho de sufrir por amor, o que todo vale por conseguir al ser querido. Tampoco las connotaciones de las palabras son inocentes, como “soltero de oro” y “solterona”, que hacen que la mujer se sienta más aceptada si tiene un hombre al lado. Otro componente son las categorías, es decir, el valor que se da a lo femenino y lo masculino. Nuestra sociedad es deudora de un pasado en el que las aportaciones femeninas no eran valoradas, ya que existen muchos ejemplos de autoras que tenían que firmar con nombres de varón como Elisa Fernández Montoya, o como la escritora Caterina Albert que publicaba bajo el seudónimo de Victor Catalá.  

Existe un pasado difícil de borrar y unos elementos socializadores como los medios de comunicación, la educación o la familia que lo perpetúan. Aquí es donde reside la complicidad y culpabilidad de la ciudadanía. El momento en que aceptamos como normal algo que no lo es. Cada vez que aceptamos que una mujer cobre menos que un hombre, que su trabajo sea más precario o cuando pensamos que el maltrato de una mujer por parte de su pareja es fruto de un problema que sólo les afectaba a ellos. Porque detrás de esa mujer estaba la asunción de que vale más si tiene un hombre al lado o que es normal sufrir por amor. Detrás de ese hombre están las voces que desde niño le dicen que no podía mostrar sus sentimientos y todo lo que le ha llevado a asumir un sentimiento de superioridad y dominación.  

La sociedad entera tiene en sus manos, por tanto, combatir la violencia de género. El primer paso es la educación trasmitir desde los contenidos educativos un mismo valor a las aportaciones femeninas y masculinas. Introducir en la escuela y en casa una mayor atención a la educación emocional de las niñas y de los niños. Fomentar y promover el empoderamiento de la mujer.  

También los medios de comunicación tienen su papel. El asesinato de una mujer nunca debe ser transmitido como un crimen pasional o un caso aislado, las noticias deberían hacer reflexionar sobre la ideología que hay detrás e invitar a toda la población a combatirlo. La implicación va más allá de incluir un número de teléfono cada vez que se hable de maltrato.  

En definitiva, es importante resaltar que los “derechos culturales” refieren al derecho de las personas y los colectivos de mantener, proteger y ejercer su propia cultura siempre y cuando esas costumbres no se contrapongan con las ideas fundamentales de los derechos humanos universales.  

Bibliografía: 
  • Ministerio de trabajo y asuntos sociales, 2005, Mujer conoce tus derechos. http://pendientedemigracion.ucm.es/cont/descargas/documento19753.pdf?pg=cont/descargas/documento19753.pdf  
  • Defensoría del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.Área de Relaciones Institucionales.2012. Cultura, género y derechos humanos. http://www.defensordelvecino.com.uy/wp-content/uploads/2013/11/Cuadernillo-Cultura-G%C3%A9nero-y-DDHH.pdf  
  • MUJER: EMPODERAMIENTO DE LAS MUJERES. TN-Relaciones. http://www.tnrelaciones.com/empoderamiento/  
  • Instituto de la Mujer de Extremadura. ¿Qué es la Violencia de Género?. Red Extremeña Contra La Violencia De Género. http://rednoviolenciagex.gobex.es/index.php?option=com_content&view=category&layout=blog&id=12&Itemid=3  


Patricia Martín Gª 
                               Estudiante de Criminología UNIR 
                                  Representante en SIEC 
                                 @PatriMG_Cr

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