miércoles, 15 de febrero de 2017

EL TRABAJO OS HARÁ LIBRES…: ORIGEN Y TERRORES EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN






Recorro el camino que recorrieron 4.000.000 de espectros.
Bajo mis botas, en la mustia, helada tarde de otoño
cruje dolorosamente la grava.
Es Auschwitz, la fábrica de horror
que la locura humana erigió
a la gloria de la muerte.
Es Auschwitz, estigma en el rostro sufrido de nuestra época.
Y ante los edificios desiertos,
ante las cercas electrificadas,
ante los galpones que guardan toneladas de cabellera humana,
ante la herrumbrosa puerta del horno donde fueron incinerados
padres de otros hijos,
amigos de amigos desconocidos,
esposas, hermanos,
niños que, en el último instante,
envejecieron millones de años,
pienso en ustedes, judíos de Jerusalén y Jericó,
pienso en ustedes, hombres de la tierra de Sión,
que estupefactos desnudos, ateridos
cantaron la hatikvah en las cámaras de gas;
pienso en ustedes y en vuestro largo y doloroso camino
desde las colinas de Judea
hasta los campos de concentración del III Reich.
Pienso en ustedes
y no acierto a comprender
cómo
olvidaron tan pronto
el vaho del infierno.

Auschwitz-Cracovia octubre 21 de 1979
Halt! Luís Rogelio Nogueras (La Habana, 1945-1985)


INTRODUCCIÓN

Cualquiera que se precie y presuma de tener cierta noción sobre historia (ya no sólo nacional, sino internacional) será capaz de reconocer o de asociar cierto tipo de ideas al oír las palabras “campo de concentración”. 

Todos hemos oído hablar, estudiado e, incluso, curioseado acerca de la segunda guerra mundial, del enfrentamiento nazi-judío de la Alemania de la época, de ese famoso choque entre países y terror a la vida de los ciudadanos. Eso no era vida, como podríamos considerar muchos. Eso fue una masacre. 

La vida, el bien más preciado del ser humano, a cambio de los más terribles sufrimientos, coacciones, amenazas, hambrunas y torturas en los campos de concentración. Condiciones higiénicas que no pasarían ni cinco segundos de inspección de sanidad y, de esta manera, podríamos continuar hasta que nos doliesen los ojos de tanto leer.

La lista de Schindler, El diario de Ana Frank, Canción de cuna de Auschwitz, El diario de Helga, La vida es bella… Se han reproducido, diseñado, dirigido y escrito miles y millones de historias en cine y plasmadas en libros, tanto en primera como en tercera persona, guiándonos hacia la luz, enseñándonos cómo fue el reclutamiento en los campos de concentración, pero… ¿fue realmente de internamiento y exterminio el primer diseño de los campos? ¿Todas las torturas de las que hemos oído hablar fueron literalmente llevadas a cabo?

Tratar de sintetizar o resumir la historia acerca de lo que ocurrió con los campos de concentración a lo largo de la Segunda Guerra Mundial es una ardua tarea, ya que es tanta la información existente sobre dichos campos, y hacerse una idea en conjunto es prácticamente imposible. Por lo que, se avisa con antelación de la extensión de este duro artículo investigativo. 

ORIGEN DE LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN

Durante la Segunda Guerra Mundial se dieron a conocer conceptos como el que se está tratando, el de los campos de concentración; esto jamás se olvidaría, con una larga preservación histórica del horror allí vivido durante años. Múltiples centros de exterminio fueron erigidos con el objetivo de establecer un proceso de aniquilación. 

Los cuerpos de todas las víctimas que allí padecieron fueron cremados o enterrados en fosas comunes, sin identificar, como si no fuesen personas. Se construyeron, aproximadamente, unos 12 campos de exterminio sin añadir las pequeñas estructuras ad hoc para la población local, de los cuales únicamente un 40% de los presos consiguieron salir con vida. 

El término «campo de concentración» fue utilizado por primera vez para describir a los campos operados por el Reino Unido en Sudáfrica durante la Segunda Guerra de los Bóeres, y se refiere a un lugar dominado por el maltrato, la inanición, el trabajo forzado y el asesinato (Wikipedia, 2016).

Desde un principio, los guardias de asalto comenzaron reteniendo a los vecinos de edificios, tabernas… más adelante, comenzaron a ocupar asilo, edificios abandonados, colegios, etc. 
Pero podríamos señalizar el 30 de enero de 1933 como inicio del viaje de éstos campos de concentración; el día en que el Partido nacionalsocialista formó Gobierno. La guarda de Asalto, las SA de Ernest Röhm , comenzaron la persecución de sus contrincantes, el acoso y los primeros encierros. 


Los encierros se efectuaron desde un principio en tabernas de los SturmAbteilung e, incluso, algún piso privado. Éstos se les fueron quedando pequeños, por lo que los SA iniciaron la búsqueda de asilos, cárceles abandonadas y aeródromos en desuso. 

Las primeras víctimas, por sorprendente que parezca, no eran judíos, sino comunistas y socialdemócratas. De entre estos primeros presos, únicamente un 10% eran de origen judío. 

Para controlar estos miles de presos, tenían que atraer los suficientes verdugos para llevar a cabo estas terribles actuaciones, por lo que comenzaron estas contrataciones desde las listas de paro alemanas. En aquel momento, la cifra de parados ascendía a unos seis millones de personas, por lo tanto, encontrar obra de mano barata no sería complicado. 

Los cuatro primeros asesinados deberían haber sido interpretados como presagio de las barbaries que se sufrirían los siguientes años. Dos de ellos habían sido activistas de izquierdas casi de insignificante peso político. Los otros dos, ni tan siquiera tenían nada que ver. El único punto común entre ellos era su origen, judío. 


DACHAU, LA SEMILLA DEL TERROR

Primer campo de concentración. El frío 22 de marzo de 1933, tan sólo dos meses después de la ascensión de Hitler como canciller alemán, se procedía a la apertura del anteproyecto de campo de concentración, el cual daría lugar al diseño y construcción de muchos otros. 

El lugar considerado y elegido como “diana” de las miles de torturas, experimentos y terribles masacres era la ciudad de Dachau, situada a 16 kilómetros al norte de Munich. Este primer campo había sido, con anterioridad, una fábrica de municiones a lo largo de la Primera Guerra Mundial, por lo que ya llevaba una larga y terrible historia bélica a sus espaldas. 

Dachau, de manera lineal ascendente, se transformó en prototipo guía de los futuros campos de concentración nazis y también fue elegido como centro formativo para los miembros de la SS, los que se convertirían en encargados directos del control de los campos de exterminio. 

Esto recorrió un lento proceso encabezado por Theodor Eicke, primer comandante creador de la estructura organizativa y diseño de las normas de funcionamiento de los campos. En su nombramiento como inspector general de todos los campos, el sistema Dachau se generalizó y expandió de manera internacional. 

El campo de Dachau sufrió varias modificaciones y ampliaciones que dieron a su fin a fecha de 1938. Éste contaba con 32 barracones, uno de los cuales se dedicó enteramente a la sádica práctica médico-experimental con los prisioneros, teniendo como resultado la muerte de muchos de éstos. La última extensión del campo fue la introducción de dos crematorios y una cámara de gas, no utilizada en ningún momento durante la Segunda  Guerra Mundial.
Dachau albergó, al menos, 160.000 prisioneros, de los cuales 90.000 fueron repartidos, tiempo después, por distintos campos directamente dependientes de éste. 

Estadísticas oficiales, a pesar de ser parcialmente incompletas, aseguran que 31.951 internos perdieron la vida, ya fuese mediante asesinatos o experimentos médicos o por causas biológicas, en este centro de concentración. A pesar de dichos registros informativos, múltiples investigadores creen que esta cifra asciende a  40.000.
La mayoría de estas muertes fueron achacadas a enfermedades (epidemias o tifus), desnutrición, malos tratos por parte del personal alemán a cargo de las instalaciones nazis, y ejecuciones. Muchos más prisioneros fueron reenviados a los campos de exterminio en Polonia (Vanguardia, 2013). 

Más allá de las motivaciones políticas de internamiento, la horquilla de victimización se extendió a la etnia gitana, homosexuales, testigos de Jehová o sacerdotes católicos con posturas opuestas al naciosocialimo (mucho de ellos, polacos). De los prisioneros españoles que albergó Dachau, únicamente 260 lograron salir con vida[1]

Primeros reclusos del campo de concentración de Dachau

Días antes a la apertura de este campo de concentración, Heinrich Himmler, jefe de la policía de Munich anunciaba el colectivo que ingresaría en tal prisión, haciendo una mezcla entre comunistas y, de ser necesario, socialdemócratas que representasen un peligro de Estado “real”. 

Pues bien, esto resultó ser cierto las primeras semanas tras la apertura pero, poco a poco, a este colectivo se le sumaron otros presos políticos y miembros de las Tropas de Asalto tras la noche de los cuchillos largos, en 1934.


Entrada al campo de concentración de Dachau durante la concentración de prisioneros

Los primeros prisioneros judíos fueron llevados a Dachau en 1935, pero fue después de la noche de los cristales rotos, en noviembre de 1938, cuando los nazis enviaron a más de 11.000 judíos. Para muchos de ellos su estancia en el campo bávaro sería corta, pues un destino trágico les esperaba en otros campos de exterminio. Durante la retirada alemana del invierno de 1944-45, Dachau recibió de nuevo a judíos evacuados forzosamente de los campos polacos amenazados por el avance de los soviéticos. Si Dachau no fue un campo de exterminio como Auschwitz si fue el primer campo en el que médicos y científicos alemanes utilizaron reclusos como conejillos de indias (Vanguardia, 2013)

Los alemanes experimentaban la afectación de los cambios bruscos de la presión atmosférica, inmersión y exposición a aguas de gélidas temperaturas, y secuelas tras beber agua de mar en el ser humano. Obviamente, todo esto, fue puesto en práctica con los prisioneros de los distintos campos de concentración, en el que se incluye Dachau. También fueron infectados un alto número de presos con malaria y otras para el uso de fármacos cuya cura no había sido verificada. 

Liberación del primer campo de concentración

El campo de concentración fue liberado a fecha de 29 de abril de 1945 por la 42 División de Infantería del ejército estadounidense. Los americanos fueron testigos la masacre allí encontrada: 7.400 cadáveres que nunca serían identificados y 32.000 reclusos enjaulados en una capacidad máxima para 6.800 personas.

Tras la guerra, un total de treinta científicos y médicos de Dachau fueron condenados a la pena de muerte, entre ellos el Doctor Klaus Karl Schilling, tristemente famoso por utilizar seres humanos en sus experimentos sobre el paludismo (Vanguardia, 2013) 

El 21 de marzo de 1933, se publicaba con la extensión de cuarenta y cuatro palabras el inicio del horror, la primera noticia que daría a conocer Dachau, describiendo de manera literal la apertura de esta ciudad-campo de concentración: 

El próximo miércoles se inaugurará en Dachau (Baviera) el primer campo de concentración donde serán internados los funcionarios afiliados al Partido Comunista y todas las personas que sean consideradas perjudiciales para el pueblo. Este campo podrá contener cien mil internados. Fabra.” (García-Planas, 2006). 

¿Qué persona sería capaz de describir tal dolor con tan solo 44 palabras? Carlos Sentí, de los primeros reporteros de guerra al que se le facilitó la posibilidad de introducirse en un campo de concentración nazi liberado, el hecho de tratar de encontrar palabras para describir dicho sufrimiento humano, se hace una de las cosas más duras de la profesión. 

Ese viaje en mayo de 1945, para el periodista barcelonés, se plasmó en el papel en forma de 65 palabras: “En el vasto mundo anglosajón hay una cosa que impresiona casi más que el final de la guerra en sí: el de los campos de concentración alemanes. Yo sólo he visitado uno. El de Dachau, en las afueras de Munich. Casi el último caído en manos del ejército norteamericano. Visitándolo pasé un rato horroroso. Ahora, sobre el limpio papel donde escribo, no lo paso mucho mejor” (García-Planas, 2006).


Risueño y oportuno  grupo de trabajadores de la SS en los campos de concentración

TERRORES INIMAGINABLES: EXPERIMENTOS MÉDICOS EN LOS CAMPOS 

El Tercer Reich (1933-1945, Alemania) se caracterizó, a su vez, como una época de avances médico-científicos de esplendor; lo totalmente injustificable es los medios a través de los cuales se lograron dichos avances.  

Los médicos del régimen iniciaron un cruel proceso de experimentación con seres humanos como ratones de laboratorio, ya que el trato hacia ellos fue muy similar y hasta peor. 

Se podría destacar las prácticas inmorales del doctor Mengele. De entre los 23 médicos acusados tras la liberación de los campo, 15 fueron declarados culpables.



Hipotermia y congelación

Al igual que la Segunda Guerra Mundial inspiró terror bélico por toda la sociedad, también influyó conscientemente en las motivaciones médicas de dichos experimentos. El principal objetivo de esta investigación fue la del entendimiento de las causas de mayor mortalidad para los militares que se encontraban en el frente del Este. 

La inmensa mayoría del ejército alemán moría por causas naturales ambientales a causa de las bajas temperaturas o de patologías relacionadas con éstas. El inicio de la experimentación con seres humanos tuvo como primer contacto la predicción de la mejor reacción de los humanos ante el frío asociada a una óptima resistencia de los soldados ante temperaturas extremas.

Las investigaciones fueron comandadas por el doctor Sigmund Rascher en los campos de Auschwitz, Birkenau y Dachau. En el año 1942, Rascher expuso los resultados en una conferencia. De una parte, mostraba el tiempo necesario para que un cuerpo humano se congelase hasta el fallecimiento, y por otra, se estudiaban métodos de reanimación para estos casos (Regader).

Los conejillos de indias de estos experimentos inhumanos fueron jóvenes rusos y judíos. Colocaban a cada una de las víctimas en barriles de agua congelada o se les dejaba completamente desnudos a la intemperie sufriendo temperaturas de congelación. Su temperatura corporal se medía mediante una sonda colocada en el recto. La mayor parte de jóvenes moría al situarse su temperatura corporal por debajo de los 26 grados centígrados (Regader).

Como extremo anti ético de estas experimentaciones, cuando los prisioneros quedaban en estado inconsciente o estaban al límite entre la vida y la muerte, los sujetos investigadores trataban diversos tratamientos de reanimación. Esto causaba un mayor dolor para ellos, ya que podrían encontrarse en ese estado largos ratos, desde minutos hasta horas. 

Quemaduras con químicos

Campos de concentración como el de Buchenwald fueron terriblemente conocidos por ser pioneros en espantosas investigaciones en las que se abrasaba con fósforo a los presos, específicamente a los de etnia gitana, para analizar las consecuencias de ciertos compuestos químicos en la piel humana. 


Experimento de presión ante grandes alturas

Sigmund Rascher, al cual se le achacó otro tipo de sádicas investigaciones como la previamente analizada sobre la hipotermia, fue alentado por Himmler para estudiar el comportamiento humano en condiciones extremas de presión de la atmósfera. 

Rascher se cuestionaba la altura desde la cual un soldado paracaidista podía saltar desde aviones militares sin sufrir ningún daño. Esta dura investigación llevó a la muerte a setenta personas, apuntando específicamente el caso concreto de un judío de 37 años que fue obligado a saltar desde 12.000 metros de altura tres veces consecutivas. No logró realizarlo una cuarta, ya que padeció una agonía y murió a los pocos minutos. 

Toda esta experimentación fue sacada a la luz debido a un cuaderno de anotaciones personal del autor de la misma, donde llevaba a cabo anotaciones con resultados de estas investigaciones y nuevos planteamientos. 

Investigaciones de carácter genético

El triunfo de la raza aria era uno de los principales objetivos de los nazis. La raza aria, sin embargo, es un concepto pseudocientífico que usó la propaganda nazi para establecer las bases de una sociedad en que esta falsa procedencia étnica marcara la criba entre lo humano y lo inhumano. Desde el nazismo, los arios, popularmente descritos como rubios, con ojos azules y de complexión atlética, debían erigirse como la raza pura que dominaría el planeta. Las personas que no cumplían estos rasgos, poco más que debían ser eliminados. Las leyes que regulaban el matrimonio se encaminaron a investigar la procedencia racial y determinar su pureza (Regader).

Con el fin último de conocer la naturaleza de los defectos de la genética en humanos, se emplearon múltiples técnicas de investigación para perfeccionar la famosa “raza aria”. El doctor Josef Mengele fue el principal responsable de llevar a cabo este tipo de experimentos, teniendo como víctimas principales a los gitanos y hermanos gemelos.

“Ángel de la Muerte” era como se le conocía comúnmente. La llegada de los nuevos prisioneros al campo era objeto de visualización del mismo, ya que él se encontraba en la parada del tren para seleccionar sus próximos sujetos basándose en sus defectos físicos o peculiaridades que pudiesen aportar algo a sus investigaciones.

Mengele recibía el apoyo intelectual del Instituto Káiser Guillermo de Antropología, Eugenesia y Genética en Dahlem, y enviaba los reportes de sus investigaciones al doctor Von Verschuer, quien desde la Universidad de Frankfurt le tutorizaba desde su profundo conocimiento en el campo de la genética de gemelos (Regader).

Una vez finalizadas las pruebas que Mengele consideraba como pertinentes, los gemelos empleados como objeto de estudio de sus investigaciones eran asesinados mediante una inyección de carácter letal de cloroformo enviada al corazón. 


Con todo el tiempo que duraron este tipo de investigaciones, pudieron experimentar otra serie de planteamientos: tuvieron lugar múltiples torturas a los prisioneros durante los interrogatorios y administración de inyecciones que contenían virus; propagaron la administración de tuberculosis a los presos de Neungamme, otro campo de concentración, mientras que algunos de los mismos reos fueron expuestos ante gas fosgeno para encontrar el tratamiento ante la intoxicación, ya que este tipo de gas fue empleado contra los soldados como arma biológica a lo largo de la guerra que estaba teniendo lugar. 

Hans Eppinger, médico alemán en los campos de concentración expuso a la ingesta de agua marina al colectivo de etnia gitana para encontrar el modo de potabilizar el agua de mar; esto tuvo como resultado severas patologías en estos sujetos. Mientras tanto, en otros campos, se envenenaba a otros muchos prisioneros mediante inyecciones o en la ingesta de comida.

EL MAYOR ORGULLO DE HITLER (AUSCHWITZ)

Auschwitz fue el mayor orgullo de Hitler debido a la inmensa cantidad de muertes que allí se produjeron o, más bien, se provocaron y forzaron. Este campo de concentración, el mayormente conocido de manera mundial, fue supervisado por Heinrich Himmler, y dirigido por el oficial de las SS, Obersturmbann führer Rudolf Höss hasta 1943. Höss, una vez liberados los campos, sería ejecutado delante del crematorio de Auschwitz. 

Tras los cálculos realizados por Franciszek Piper y el historiador Peter Hayes, se manejan cifras de aproximadamente 1´3 millones de personas que fueron internadas en el campo de concentración de Auschwitz, de los cuales murieron 1´1 millones, el 90%. 

Los judíos no seleccionados para los trabajos más duros y crueles, eran destinados a las cámaras de gas, normalmente de manera inmediata a su llegada al campo. Muchas otras muertes eran como consecuencia de asesinatos o de las inhumanas condiciones de los trabajos forzados. 


A finales de marzo, en 1940, se dio la orden de edificar el campo que daría nombre a toda una masacre mundialmente conocida. Auschwitz se construyó a 60 kilómetros de la ciudad polaca de Cracovia, en Osweicim. En la actualidad, dicho campo de concentración se conserva como monumento de visita pública para no permitir que las atrocidades allí cometidas no caigan en el olvido ni se vuelvan a repetir bajo ningún concepto. 

El objetivo de la creación de este otro campo de exterminio, no fue otra que la de atemorizar a la población local vecina y sometida ante el poder nazi subyacente. Esta necesidad hizo dar el pistoletazo a la construcción del campo. Pero la idea inicial de estas instalaciones, no fue la de exterminar a judíos, homosexuales y demás enemigos del führer. Según el historiador Laurence Rees en su novela, Auschwitz había sido confinada como vía de paso y tránsito de los prisioneros a otros recintos del Reich, pero tras los primeros días de terrores en la instalación polaca, quedó como una obviedad el hecho de que funcionaría como campo principal.

Una vez la decisión fue tomada, a fecha de junio de 1940, los primeros prisioneros llegaron a Polonia, a dicho campo de exterminio. La instalación fue erigida sobre unos sucios e infectados barracones que habían servido de inmensa productividad por el ejército durante la primera guerra mundial. De entre todo el campo, destacó el Bloque 11, destinado al lugar donde se establecieron y administraron diversos castigos, torturas y maltratos a los internos del campo. 

En base a la inmensa cantidad de detenciones de judíos, más la suma de etnia gitana apresada y homosexuales, hizo recomendable la extensión del campo de concentración, inaugurando, así, Auschwitz-Birkenau, un centro colindante con el principal a tres kilómetros de él. A partir de ese instante, dio inicio el auténtico terror en Auschwitz, asesinando indiscriminadamente a hombres, mujeres y niños. 


Las condiciones sanitarias en las que vivían los prisioneros, se sumaron a las escasas duchas que tenían permitidas disfrutar tras cientos de horas de duro trabajo, a lo que se sumaba la situación geográfica en la que se encontraba el centro, ya que estaba situado sobre un pantano. Esto favoreció la expansión del tifus sobre los barracones, añadiéndose como una vía más de fallecimientos. Pero esta enfermedad no era el mayor miedo, sino las recién construidas cámaras de gas que los oficiales de las SS habían mandado construir.

El proceso era simple a la vez que cruel, tras la llegada de los prisioneros al campo, éstos eran separados en dos grupos: mujeres, niños, ancianos e incapacitados en el lado derecho, y hombres y mujeres fuertes en el lado izquierdo. El primer grupo era dirigido inmediatamente a las cámaras de gas, donde se hacían cortinas de humo prometiéndoles una ducha caliente. El resto, y con mucha más “suerte” eran tratados como esclavos, pero vivos al menos.

A partir de ese momento, los terrores únicamente se incrementarían en mayo de 1943, con la llegada de Josef Mengele al campo de exterminio de Auschwitz. El médico traería consigo terribles sufrimientos en forma de crueles experimentos con los prisioneros allí internos.


Imagen tomada en Auschwitz en la actualidad de los campos-monumento históricos

Según múltiples testimonios de los supervivientes del campo de la localidad de Osweicim, Mengele disfrutaba de las nuevas llegadas como si se tratase del día de Navidad, en las cuales observaba sus próximos sujetos de experimentación, entre los cuales comúnmente se encontraban gemelos de corta edad a los que sometía a todo tipo de vejaciones y torturas.

Pero, tras la noticia de que el ejército ruso avanzaba rápidamente hacia el campo de Polonia para establecer su liberación, los propios alemanes volaron los crematorios, infundados y dirigidos por el pánico, en los cuales habían llegado a quemar hasta 10.000 cuerpos al día. También eliminaron todo rastro de documentación sobre la inimaginable cifra de fallecidos en el campo. 

Todo esto tuvo su punto y final el 18 de enero de 1944, cuando los alemanes marcharon abandonando así Auschwitz. Tan sólo nueve días después, las tropas rusas liberaban a los prisioneros que los alemanes no habían ejecutado o se habían llevado con ellos.

EL TRABAJO OS HARÁ LIBRES (ARBEIT MACHT FREI)

Esta conocida frase se encontraba situada en la entrada de múltiples campos de concentración y exterminio establecidos por el régimen nazi. 

Arbeit macht frei sugiere no solo que el trabajo libera a víctimas detenidas por el nazismo, sino la ocupación de los nazis al consumar el asesinato premeditado de enormes masas humanas de origen y condición diversa (opositores al régimen, librepensadores, judíos, masones, gitanos, comunistas, negros, homosexuales, mestizos, discapacitados y enemigos de guerra, entre los que no faltaron cristianos) (Wikipedia).

Origen

Lorenz Diefenbach fue el autor de la novela “Arbeit Mach Frei” en 1873, Viena. En la fecha de 1922, este lema sería adoptado como eslogan por parte del Gobierno de la República de Weimar con el objetivo de combatir el paro en el país. Esta frase tendría gran impacto para el partido nazi, ya que lo mantuvo el gobierno del NSDAP (Partido Nazi) desde que llegó al poder en 1933, hasta su exhibición en los campos de concentración masiva. 

Como ironía, la frase se implantó de manera irónica y cínica como bienvenida a los prisioneros. Se podían encontrar carteles en las puertas de entrada a los campos como inscripción. 

Con todo, el historiador Harold Marcuse atribuye la utilización como eslogan de los campos de concentración al primer comandante de las SS en el campo de Dachau, Theodor Eicke.

El 18 de diciembre de 2009, la placa de Auschwitz que lleva la frase en cuestión fue robada. La policía encontró la señal en el norte de Polonia dos días después en tres trozos. Cinco hombres fueron detenidos e interrogados por el robo. Se supone que esa señal fue erigida por los nazis después de que los cuarteles de Auschwitz fueron convertidos en un campo de trabajos forzados que albergaba a combatientes polacos de la resistencia en 1940 (Wikipedia).  

El único campo con otro tipo de inscripción, fue Bbuchenwald, en el cual se podría observar un cartel en el cual aparecía escrito “Jedem das seine”, el cual, partiendo de su traducción alemana literal, se podía interpretar como “a cada cual lo que se merece”.


Imagen tomada en Auschwitz en la actualidad de los campos-monumento históricos



Marta López Ger

Estudiante de Criminología en la UCJC
Estudiante de Periodismo en la URJC
Blogger de páginas web de Criminología y Moda
Redactora en la Página Web “Criminología de estar por casa
Contacta mediante e-mail: martuchiger@gmail.com
 





BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA







[1] Dachau no fue el campo de concentración en el que más prisioneros españoles se encontraron. Ese dato fue perteneciente al campo de Mauthausen.

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