miércoles, 2 de noviembre de 2016

Clasismo de nueva ola

Estampados de leopardo, oros, gorras, ropa llamativa, maquillaje, discotecas del extrarradio, chándal, bambas de muelles. Dos minutos son suficientes para buscar choni o cani en internet y encontrar un sinfín de portales web, blogs, videoblogs o perfiles de redes sociales con parodias estereotipadas sobre este colectivo, incluso contenido que incita al odio y a la violencia sobre estas jóvenes. Programas como Princesas De Barrio o Mujeres Y Hombres Y Viceversa fomentan la estigmatización de este colectivo, se fundamentan en historias de vida o personajes concretos para deslegitimar toda una comunidad. No hay que olvidar que la cultura de masas juega un papel muy importante en prácticamente todos los ámbitos de la sociedad.

Choni y Cani son conceptos que se acostumbran a utilizar cotidianamente -consciente o inconscientemente- de forma despectiva. Detrás de estos conceptos se esconden tópicos, estereotipos y juicios de valor estéticos, culturales y socioeconómicos, un odio y criminalización por motivos de clase, que la propia clase obrera reproduce para criminalizar a sus iguales. Es la unión entre machismo y clasismo, generaliza todo un colectivo a través de casos particulares, y en el caso del colectivo femenino se ejerce un machismo feroz ligado al odio de clase que roza la misoginia.

En este sentido, hay que evitar utilizar estos términos, ya que están cargados de prejuicios. Son conceptos elitistas, estamos en un contexto en que se está perdiendo la conciencia de clase y circula la idea que todos somos clase media. Si no existiera la clase trabajadora, habría una mayor polarización de los estratos sociales, y eso significaría una mayor desigualdad entre la clase media dominante y el resto de la población. Una forma de culpabilizar a los sectores más desfavorecidos de ser pobres.

Es una realidad que no toda la sociedad es consciente del trasfondo clasista y sexista de estos términos ya que se han asentado en el imaginario común e incorporando en el vocabulario coloquial. Bajo mi punto de vista se convierten en un colectivo en riesgo de exclusión social porque se ha normalizado su discriminación.

La cultura también juega un papel fundamental a la hora de perpetuar y reproducir los estereotipos clasistas hacia el colectivo de chonis y canis o cualquier otro. Hay un interés latente en desprestigiar as manifestaciones artísticas o culturales de las clases populares. Sucede por ejemplo en la música, donde no están bien considerados el reggaetón o el trap. La industria cultural y los mass media están controlados por empresas y élites financieras, por eso reproducen mensajes clasistas y alimentan ese clasismo.

Según Pierre Bourdieu los gustos o preferencias culturales pueden constituirse como identidad de grupos y ejercer un mecanismo para marcar diferencias entre clases sociales. La burguesía se apropia del buen gusto frente al gusto pretencioso de las clases medias y de lo vulgar propio de las clases populares. En este contexto, el gusto hace referencia a todos los aspectos relativos a la forma de comer, vestir, el arte, el deporte o cualquier otro elemento cultural. El autor francés define el gusto de las clases populares como la negación o el contrapunto a los gustos que las clases dominantes han adquirido. La precariedad económica y la sumisión a la necesidad, inclina las clases populares a una estética pragmática y funcionalista que rechaza la gratuidad del arte por el arte y el culto al trabajo. Este tipo de distinciones puede dar lugar a duda en cuanto si se juzga la calidad de la usuaria que consume la obra de arte o de la producción artística en sí.

La representación de las clases sociales a través de la cultura implica una concepción elitista, restrictiva y unitaria de la cultura moderna. Es decir emite juicios de valor intelectual, ético y estético. Esto favorece la aparición de nuevas clases culturales como lo hípster o lo indie, de carácter pequeño-burgués frente a la discriminación de modelos culturales de clases populares como es el caso de chonis y canis. Hay una tendencia a etiquetar los gustos culturales de las clases populares con términos de carácter despectivo como kitch u hortera cargados de contenido estigmatizador con el fin de ridiculizar determinadas personas o clases sociales relativamente cercanas en el estrato social. Eso sucede con el objetivo de levantar barreras simbólicas entre miembros de una misma clase. 

Como conclusión, estamos ante una discriminación poco visibilizada. Ejercida de forma vertical por las clases dominantes y de forma horizontal por la propia clase trabajadora. Desde la perspectiva de género, el colectivo femenino, es a su vez víctima de sexismo y machismo ejercido por el patriarcado, por motivo de clase y género. Muchas personas, incluso de ideologías más progresistas se escandalizan ante episodios de homofobia, sexismo o racismo, pero de forma consciente o inconsciente reproducen actitudes clasistas.

Jordi Campillo
Licenciado en Criminología
Técnico Superior en Integración Social
@amazingcampi


 
    • Bibliografía:

-    Dolors Comas d’Argemir - Trabajo, género, cultura: La construcción de desigualdades entre hombres y mujeres
-    Owen Jones - Chavs: La demonización de la clase obrera
-    Jordi Busquet - El sublim i el vulgar: Els intel•lectuals i la “cultura de masses”
-    Faustino Miguélez, Tomàs Garcia, Òscar Rebollo, Cristina Sánchez i Alfonso Romero - Desigualtat i canvi: L’estructura social contemporània
-    Paolo Macry - La sociedad contemporánea: Una introducción histórica
-    Rafael Feito Alonso - Estructura social contemporánea: Las clases sociales en los paises industrializados

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