EL
CIRCO DE LOS HORRORES: TORTURA (PARTE II)
Cuando hablamos de Tortura y Edad
Media es como cuando vas al médico: sabes cuándo entras pero no cuándo vas a
salir. Aunque la tortura ha existido desde que el hombre es hombre, podemos
destacar que la Edad Media
es la llamada “Edad de Oro” de esta práctica. Podríamos detenernos en mil y un
detalles para discernir qué etapa, si la Alta o la
Baja, era la más cruel pero lo cierto es que ambas tienen su
encanto.
La Alta Edad Media, se
caracterizó por un cambio en el Derecho Penal, la figura del “Juramento” era la
que podía exculpar del crimen a los inculpados, así como la llamada “Ordalía o
Juicio de Dios” o el “Combate Judicial”. En cualquiera de los tres casos se
apelaba al poder divino (“justicia inmanente”) para la resolución de los casos.
La “Ordalía” consistía en interpretar los resultados de una serie de pruebas
consistentes en torturas causadas por fuego o agua: se obligaba a sujetar
hierros candentes, introducir las manos en una hoguera, andar con los pies
desnudos sobre carbones encendidos o permanecer largo tiempo bajo el agua. Si
se sobrevivía o no se resultaba muy dañado, se entendía que Dios le consideraba
inocente y, literalmente, “no debía
recibir castigo alguno”.
En la Baja Edad Media en
cambio, la intervención divina cedió ante la humana y, se pasó de utilizar el
“Juramento” a utilizar la “Confesión”. Y claro, ¿qué mejor método puede haber
para confesar que la tortura? La gente confesaba por no tener que soportar el
dolor. De esta etapa encontramos varias obras pictóricas que reflejan la
normalidad con la que se proferían los castigos y varias obras literarias y
códices que apelaban a ella como método de justicia. Es más, desde la segunda
mitad del siglo XIII hasta finales del siglo XVIII, la tortura representó el
procedimiento penal ordinario de los Tribunales eclesiásticos. Hay que destacar
que, en las penas medias, siempre el objetivo era que la práctica en cuestión
no causara la muerte.
Referencias
pictóricas
- Varias
pinturas del pintor flamenco El Bosco, obsesionado con los tormentos del
infierno e influenciado por la época en la que vivió (S. XV-S.XVI) dibujaba
tanto representaciones de los pecados capitales como las posibles penas y
torturas que el ser humano podía recibir. El ejemplo más conocido, lo
encontramos en su obra “El jardín de
las delicias” 1500 (Museo del Prado, Madrid) o “El paraíso y el infierno” 1500 (Museo del Prado, Madrid)
- “La flagelación de Santa Engracia”
s. XV de Bermejo
- “Retablos de
Fanlo y Buisan” s. XVI, escena de Santa Catalina con la rueda de su tortura y
la espada con la que fue decapitada (Museo Diocesano de Barbastro-Monzón)
Referencias
escritas
- Libro de Tubinga, 1100: en que se
apela al juicio del fuego o el agua hirviendo a los hombres viles o fáciles de
corromper, así como a los esclavos, ladrones, salteadores y demás malhechores.
- Summa, de Azzo s.XIII. El más
antiguo e influyente tratado medieval sobre el uso de la tortura
- Tractatus de Tormentis, 1263-1286.
Anónimo
- Liber iuris civiles, 1228
A día de hoy, podemos encontrar varios
museos que recogen multitud de objetos relacionados con el ejercicio de la
tortura como, por ejemplo, el Museo de Tortura de Toledo el de Friburgo en
Alemania. Tras un recorrido por varios documentos que tratan sobre esta
práctica, por mucho que nos digan que había reinos que en aquella época no
utilizaban este medio de forma habitual para aplicar sus castigos, no localizamos
referencias que expliciten que su uso era nulo. Es entre los siglos XVI y XVIII
en los que encontramos la más grande variedad de artilugios que jamás podamos
imaginar, así que vamos a intentar hacer mención y dar una breve explicación de
aquellos más conocidos y/o curiosos de esta época destacada por la Inquisición y la Caza de Brujas:
EL APLASTACABEZAS
Este artilugio está destinado a
reventar los huesos del cráneo. Se ponía la barbilla en la barra inferior y el
casquete era empujado hacia abajo mediante el tornillo. Muy gráficamente se nos
describe que “primero destrozaba la mandíbula y luego el cerebro se escurría
por la cavidad de los ojos”.
Una variante sería la del
“aplastapulgares” que consistía en aplastar las uñas, las falanges y los
nudillos de forma lenta y progresiva.
LA DONCELLA DE HIERRO
El origen de esta bella dama es motivo
de controversia, algunos documentos afirman que pertenece a la
Edad Media mientras que otros efectos la
sitúan en la Alemania
del s.XIX y utilizada para fines macabros. Lo que está claro es que la leyenda
urbana de nuestra gran conocida Erzebeth Bathory la sitúan ya en el s.XVII.
Consistente en una especie de ataúd de
unos 2m de alto y 1m de ancho aprox. con clavos de hierro en la parte interior
de sus compuertas con el fin de ir cerrándolas muy despacio para ocasionar el
máximo dolor. Algunas fuentes indican que el interior estaba insonorizado (por el
grosor de las puertas) para no molestar a aquellos que se encontraban en el
exterior. Se acostumbraba a dejar a los reos en el interior durante dos días a
fin de que murieran. Como curiosidad cabe destacar la banda metalero Iron
Maiden lleva su nombre.
Este aparato consistía en una
pirámide puntiaguda sobre la que se alzaba la víctima para dejarla caer unas
cuantas veces con el fin de que la punta topara con la zona genital o anal. Los
documentos encontrados mencionan que, a lo largo de la historia se han ido
introduciendo algunas mejoras (tan frívolo como hablar de un coche de fórmula
1): adición de electricidad, añadidura de cinturón…
EL DESGARRADOR DE SENOS
Trata de una tenaza acabada en
cuatro puntas afiladas que se aplicaban al rojo vivo o frías sobre los senos,
desgarrándolos. Se utilizaba sobretodo en mujeres que cometían herejía,
blasfemia, adulterio, aborto provocado, magia blanca erótica… El caso más famoso
encontrado y recalcado en todos los textos fue el de Ana Pappenheimer, alemana
condenada por brujería en el año 1600, que después de recibir su castigo tuvo
que sufrir el despellejamiento y rasgamiento de sus carnes. Una vez seccionaron
sus pechos, se los obligaron comer a sus hijos.
LA RUEDA
Empleada especialmente en países como
Suecia, Holanda, Italia, Francia, Escocia y Alemania, existen documentos que
aseguran su uso hasta 1841 en Prusia. Este método consistía en atar a un hombre
de pies y manos a una rueda lo suficientemente grande, como la de un carruaje
y, una vez colocado, un verdugo especializado se dedicaba a infligir golpes
suficientes como para destrozar sus huesos, sobretodo en tibias, rodillas,
costillas y brazos para que quedara el cuerpo encima de la rueda como un
auténtico despojo humano.
LA HORQUILLA DEL HEREJE
Una de las favoritas de la Santa Inquisición. Consistía en
colocar un aro de metal, a modo de collar en el cuello del hereje, con una
barra cuyo extremo terminaba en unos pinchos que a medida que se iba apretando
el aro, estos se iban clavando en el cuello.
LA SIERRA
Se colgaba al condenado en posición
invertida y se procedía a cortar con una sierra desde la zona genital hacia el
ombligo o incluso, en algunos casos, el pecho. La bondad de este método
radicaba en que se ponía al individuo del revés para que no muriera desangrado
y asegurándose así que la “víctima” no perdía el conocimiento. Eran condenados
a esta pena los homosexuales y, en especial, en la Alemania luterana los
campesinos rebeldes y, en Francia, las brujas preñadas por Satanás.
EL CINTURÓN DE CASTIDAD
Consiste en una braga de hierro que
tiene por finalidad provocar laceraciones, abrasiones e infecciones por el
contacto directo con el metal.
LAS JAULAS COLGANTES
Su propio nombre lo indica, no era
otra cosa que unas jaulas de gran tamaño dispuestas para albergar a, como
mínimo, una persona. Desnudos, se colgaban en los salientes de los edificios,
preferiblemente al sol desgarrador o a la intemperie. En ocasiones, se
introducían gatos salvajes que eran azuzados con varillas candentes.
EL TORO DE FALARIS
Recibe su nombre por un tirano
siciliano del s. VI a.C. Hecho de bronce hueco, se metía a la persona en su
interior y se encendía fuego bajo la barriga del toro hasta que la cámara se
convertía en un auténtico horno. Los gritos de la víctima salían por la boca
del toro y hacía que pareciera que éste mugía. Cuenta la leyenda que su
inventor (Perilo) murió dentro de él mientras
era presentado el proyecto a quien lo había solicitado.
No hace falta destacar que estos sólo
son unos de los pocos instrumentos y métodos que eran utilizados en la época y
que, en siguientes posts, nos detendremos a escudriñar entre los menos conocidos
pero igual de ingeniosos.
“Res
fragilis est periculosa” – Ulpiano, refiriéndose precisamente a la tortura
(“Situación peligrosa es frágil”)
Angie Muñoz
Estudiante de Criminología UOC
Mail: anxineta@gmail.com
Twitter: @anxineta
Bibliografía
“La tortura”, Alec Mellor , Ed. Estela
1964 Barcelona
“La tortura”, Edward Peters, Ed.
Alianza 1985 Madrid
“Discurso sobre la tortura” Juan Pablo
Forner, Ed. Crítica 1990 Barcelona
* Wikipedia e informes on-line de
Amnistía Internacional
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