DACTILOSCOPIA: La Reina entre los métodos criminalistas
Aunque la
utilización del ADN ha marcado últimamente una revolución dentro de las
ciencias forenses, y no hay que quitarle la importancia que tiene, la reina
indiscutible sigue siendo la dactiloscopia. Buena prueba de ello es que en el
año 2000 el Dpto. de la policía de Nueva York hizo una
estadística la cual informaba que hasta marzo de ese mismo año ese departamento
había contabilizado 200 identificaciones
a través del ADN, mientras que, sólo en el año anterior, habían hecho 1.117
identificaciones a través de la dactiloscopia. Además se sabe que el Sistema Automático integrado de
Identificación Dactilar (SAIID) del FBI
resuelve un total de 85.000 consultas al año.
Historia y sus antecedentes
El origen de la
importancia de la dactiloscopia cabe centrarla en la necesidad que todos los
seres humanos tenemos en “tocar” todo lo que nos rodea dejando así nuestras
huellas durante cientos y cientos de ocasiones a lo largo del día.
Para conocer sus antecedentes nos tenemos que remontar al año 2000 a.C.,en Babilonia, dónde se utilizaba la plasmación de las huellas dactilares para formalizar contratos y, más tarde, en China, en el año 600 a.C., dónde se popularizó este mismo sistema.
En Europa hasta 1880, sobre todo en Francia, como método de identificación de delincuentes se había utilizado la antropometría de Bertillon basado en la medida de varias partes del cuerpo del sujeto que resultó ser un auténtico fracaso después de descubrir que se podían encontrar dos personas diferentes con medidas iguales. Pero en octubre de ese año, Henry Faulds, un desconocido médico escocés que trabajaba en un grupo conocido con el nombre “ De las misiones” en Japón, publicó un artículo en el cual se proponía la dactiloscopia como método de identificación humana. Scotland Yard tachó de loco al médico e hizo caso omiso del artículo.
Faulds, como hombre perseverante que era, se empeñó en su descubrimiento y estuvo trabajando en ello durante los diez años siguientes para demostrar su teoría. No fue hasta que Francis Galton, primo de Charles Darwin, que en su búsqueda de mejora de la raza humana mediante la selección natural se interesara por la dactiloscopia, buscando a través de la investigación de los surcos y crestas de las huellas dactilares el poder concretar los mejores seres procreadores, que resurgiera este método a luz nuevamente. Los estudios de Galton despertaron el interés del inspector de la policía de Bengala, Edgard Henry ,siendo junto a su ayudante Azizul Haque el que desarrolló un método de clasificación : La clasificación se hacia siguiendo los dibujos de las crestas y los surcos, así cuando se necesitaba la identificación de una huella no era necesario empezar a buscar des del principio; simplemente ir al punto donde se encontraba un dibujo similar.
Nace una nueva ciencia de resolución de crímenes
Sin embargo, no
se utilizó la técnica para resolver ningún caso hasta 1892, en Argentina, concretamente un
asesinato de dos niños a manos de su madre Francisca Rojas. Por aquel entonces
Vucetich, un agente inmigrante
procedente de Croacia nacionalizado argentino, que había leído sobre el
novedoso sistema de las huellas dactilares instó a que se aplicara este método
para resolverlo, ya que en la escena del crimen se había encontrado una huella
completamente visible; tomaron las
huellas de las manos y los pies de la madre y se comprobó que aquella marca encontrada pertenecía a ella
quedando así resuelto el caso. Sería Argentina que tras la resolución de dicho
caso adoptara en 1894 oficialmente este sistema, siendo su principal
precursora.
En nuestra piel
hay millones de glándulas sudoríparas y sebáceas que emiten sudor, que sirve a
su vez para regular nuestra temperatura corporal. La concentración de estas
glándulas es aún más grande en las palmas y los pies, en este caso la
sudoración es mínima y no se percibe, aunque sí lo suficiente para permitir que
las yemas de los dedos dejen su impronta. De hecho, hay tres tipos de huellas: latente; que son invisibles y que
las dejamos por todos sitios cuando tocamos los objetos, visibles; las que son
observables a simple vista y moldeadas; aquellas que se aplican en la
mantequilla, arcilla o el jabón.
Se utilizan varios sistemas para recoger las huellas y una de las más usadas es el empolvado; se usa una brocha de pelo suave y se aplica sobre la superficie a tratar con un compuesto semejante al aluminio molido, que se adhiere a las líneas grasas de la impronta dejada realzando la huella a la vista. El color del polvo usado dependerá de la tonalidad del material donde se halle, una vez se tiene la huella visible, se aplica sobre ella una cinta adhesiva de pegado débil montada sobre una lámina de acetato para así poder transportarla hasta el laboratorio. Pero para otros casos dónde la superficie es porosa los polvos no sirven y se necesitan de reactivos químicos como la ninhidrina y el DFO, que reaccionan con los elementos presentes en su sudor y los hacen brillar haciéndolas así visibles. Actualmente ha evolucionado tanto está técnica, que hasta el mito más extendido que asegura que el uso de los guantes impide dejar las huellas ya no es cierto. Cabe destacar que los guantes tienen sus propias marcas, tal como son las manchas, desgarros, marcas textiles u otras que las hacen ser también identificables a la técnica actual.
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Sandra Fructuoso Andrés
Estudiante Criminologia UOC
Perito Caligrafo Judicial y Perito Psicografologico Judicial
Twitter: @sandyfran6
sandyfran6@gmail.com
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