miércoles, 29 de abril de 2015

50 sombras "de violencia": Parte II


En la primera parte de éste artículo se habló del debate abierto sobre el sadomasoquismo y la violencia de género a partir de la polémica saga “50 sombras de grey”.
Terminé el artículo hablando de las diferencias entre las dos figuras que se reflejaban a partir de su definición.

Sigamos ahora con las características de ambos conceptos:

Características del sadomasoquismo y la violencia de género:

El sadomasoquismo es considerado un “juego erótico poco convencional” que se practica entre alguien que se excita y goza siendo humillado y por otro lado alguien que disfruta humillando y castigando. 

Bajo este término se engloban una variedad de prácticas como:
-         Bondage (Ataduras)
-         Spanking (Azote)
-         Sodomía

Encontramos, por lo tanto, dos partes, el llamado “amo/domina” o “sumiso/a”. En esta práctica, al contrario de lo que se pueda pensar, no es siempre el hombre el que domina, en muchas ocasiones es el propio hombre el que quiere y busca el papel de sumiso y humillado. Ésta relación puede ser del tipo donde hay flagelación y azotes o en la que hay restricción y prohibición. Esto se encuentra estipulado, en la mayoría de los casos, en la firma de un contrato donde ambas partes establecen los límites de la práctica.

Tiene que quedar claro que si no hay sadismo no hay masoquismo y viceversa.

El dolor genera endorfinas en nuestro cerebro y este elemento es el que se busca, ya que según dicen los expertos es como la morfina y genera cierto placer. Este dolor no tiene que ser muy extremo, como lo sería un brazo roto o un sangrado muy intenso, sino que se genera poco a poco. Está claro que el límite de dolor de cada uno es diferente y en algunas ocasiones el amo no es consciente de hasta qué punto está provocando un dolor más fuerte del que se supone que tiene que ser placentero. Por eso, una característica más del sadomasoquismo es la “palabra clave”. Se establece una palabra clave, normalmente “rojo” para que el sumiso en el caso de estar sufriendo un dolor que va más allá del propio juego o de su propio placer, la diga y el amo pare inmediatamente. La finalidad de la práctica es el placer a través del dolor, no el dolor por el sufrimiento.

Con todo esto, aunque incomprensible para quienes no lo practicamos, vemos que es una práctica que tiene sus reglas y su propio vocabulario. En ello encontramos que aunque se den elementos en común con la violencia de género, como pueden ser ataduras, azotes o utilización de cinturones, la finalidad de ambas es diferente.

En la violencia de género, mayoritariamente, es el hombre quien ejerce la violencia sobre la mujer. En éste caso la mujer ni firma ningún contrato de sumisa, ni está de acuerdo en que se le azote o se le castigue. Tampoco le gusta ser humillada ni siente ningún placer con ello. Y por supuesto, no existe ninguna palabra de seguridad que pueda utilizar para que el hombre deje de golpearla.

La finalidad del agresor, en la violencia de género, es dominar a la víctima a través del miedo y de las agresiones, necesita sentirse superior a ella y lo hace a través de la coacción y el ensañamiento.

El acto de maltrato va ligado siempre a secuelas físicas y psicológicas, a diferencia del sadomasoquismo, en el que no debería haber secuelas psíquicas por la práctica ya que se trataría de algo consentido, querido y buscado.

En la violencia de género, encontramos diferentes tipos de maltrato, dependiendo de la actuación de su agresor: 

- Psíquicos: Actos que desvalorizan a la mujer, como  amenazas, humillaciones, exigencia de obediencia, insultos, aislamiento...
- Físicos: Actos no accidentales que provocan daño físico, como golpes, heridas, fracturas, quemaduras...
- Sexuales: Imposición a la mujer de una relación sexual en contra de su voluntad y donde se utiliza la fuerza o la intimidación.

De la figura del agresor podemos decir que,  según decía Conger y Miller, entre los hombres violentos se encuentra un porcentaje más alto de psicópatas y neuróticos que en la población “normal”, pero la agresividad no es exclusiva de éste tipo de personas. Por ello el hombre “normal” que ejerce daño contra la mujer, luego intenta disculparse y refleja remordimiento.

El agresor suele ser una persona con una baja autoestima y con una imagen muy negativa de sí mismo, se siente un fracasado, por ello actúa de forma amenazante y omnipotente, reforzándose así con cada acto de agresión.

Por regla general, suelen ser sujetos muy celosos, por ello muchos de los primeros actos de violencia aparecen por el miedo a que su mujer les abandone o porque creen de forma errónea que su mujer tiene una aventura, sin llegar a comprender que pueda tener relaciones con otras personas sin ningún fin sexual o romántico.

En el caso del sadomasoquismo, al contrario de lo que en un primer momento se pueda pensar, el dominado no tiene por qué tener una baja autoestima, aspecto que si sucede con la mujer en el caso de la violencia de género. La persona que decide ser humillada y sumisa acostumbra, según se ha demostrado, a ser una persona dominante en su vida cotidiana (trabajo, por ejemplo) y controladora, por ello en el acto sexual prefieren adquirir un rol totalmente contrario.

La mujer maltratada no elige ningún rol ni dentro de su vida cotidiana ni en su relación sexual, es víctima de la agresión y las amenazas del hombre las 24 horas del día.
¿Qué dice la psicología al respecto?
Para el sujeto masoquista, esta práctica sexual, es asumir un papel de cumplimiento que le ofrece una forma de escape terapéutico de las tensiones de la vida, de la responsabilidad o de culpa. O para otros, en cambio, estar bajo el poder y el control de otro puede despertar sentimientos de seguridad y protección asociada con la infancia.

Por lo que respecta al sádico, vemos que su placer puede venir por la sensación de poder y autoridad o de forma indirecta a través de los sufrimientos del masoquista.

Según el Dr. José Merlino (escritor y asesor de psiquiatría en el New York Daily News) una relación sadomasoquista, siempre que es consensual, no es un problema psicológico.

Según estudios desarrollados, se acordó por los psicólogos que las experiencias que se tenían durante el desarrollo sexual precoz podían causar un efecto profundo en la sexualidad de la persona a lo largo de su vida. Los deseos sadomasoquistas, sin embargo, podían aparecen en una diversidad de edades.

En estos estudios se comprobó que la mayoría de los hombres sadomasoquistas habían desarrollado éste interés antes de los 15 años, mientras que en el caso de las mujeres no aparecía hasta una edad más tardía. Los resultados de estos estudios demuestran que el sexo de uno no determina la preferencia por el sadismo.

La clasificación que hace la psicología de ésta práctica divide el sadismo y el masoquismo, siempre han sido independientes. El sadismo se incluyó en el DSM-I en 1952, y no fue hasta 1968 que el masoquismo se añadió en el DSM-II. La psicología contemporánea continúa identificando el sadismo y el masoquismo por separado, y los clasifica como:
a) se practica como un estilo de vida
b) como una condición médica
Sadismo y masoquismo quedaron atrapados durante más de un siglo como "enfermedades mentales" potencialmente peligrosas. No se establecía una distinción clara entre el asesino sádico y el practicante de sadomasoquismo consensuado.

En la quinta edición de DSM-5, publicada el 18 de mayo de 2013, siguen incluidos éstos trastornos en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V):”Parafilias: son impulsos sexuales, fantasías, o comportamientos recurrentes e intensos que implican objetos no humanos, el sufrimiento o la humillación de uno mismo o de la pareja, o que implican niños u otras personas que no consienten. Estos impulsos deterioran la vida del sujeto: exhibicionismo, fetichismo, frotismo, pedofilia, masoquismo sexual, sadismo sexual, fetichismo transvestista, voyeurismo”.

Por su parte, el psicoanálisis reconoce componentes sadomasoquistas normales en todos los seres humanos y aunque parezca incorrecto, toda persona nace con cierta actividad sádica dentro de unos límites. Si éstos se sobrepasan, hablamos entonces de parafilia y, por tanto, en una enfermedad. Es por ello que muchas de las personas que tienen estas tendencias sexuales tienen antecedentes de trastornos mentales.

Conclusión y reflexión

Con todo ello se refleja, que se trata de dos figuras diferentes aunque tengan puntos en común, estamos ante dos aspectos donde existe la dominación y la sumisión pero desde diferentes perspectivas y finalidades.

Con este artículo ni estoy diciendo que esté a favor de la práctica del sadomasoquismo ni que no puedan darse técnicas de sadomasoquismo en relaciones de pareja donde exista la violencia de género, sólo quería poner de manifiesto el hecho de que no tienen porque ir los dos aspectos unidos y de que no hay que confundir una relación sexual “poco convencional” con un hecho delictivo que tantas muertes ocasiona. El consentimiento marca la diferencia.

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Cristina Cañamares Gordillo
Estudiante de Criminología UOC
Licenciada en Derecho
Diplomada en postgrado de Criminalística

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WEBgrafía

-       Artículo Karen Vázquez (psicólogo):

http://www.elnuevodia.com/estilosdevida/amorysexualidad/nota/50shadesofgreyunahistoriasobrecontrolyviolenciadegenero-2013751/

-       Artículo Alberto Barrada (psicólogo):

http://psicovivir.com/2015/03/01/sadomasoquismo-y-sus-50-sombras/

-       Artículo de Irene Meler. Violencia entre los géneros. Cuestiones no pensadas o "impensables".
-       Artículo de Paz Olivares. Sadomasoquismo, ¿dónde están los límites?

-       Artículo Katia Silveria. Todo lo que querías saber sobre el sadomasoquismo.

http://curiosidades.batanga.com/6573/todo-lo-que-querias-saber-sobre-el-sadomasoquismo

-       Artículo Elena López García. LA FIGURA DEL AGRESOR EN LA VIOLENCIA DE GÉNERO: CARACTERÍSTICAS PERSONALES E INTERVENCIÓN. (Septiembre , nº 88 , 2004).


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