Aunque
suene a nuevo, este anglicismo es el que utilizamos para denominar al “acoso a
profesores” de toda la vida. Mucha gente cree que, como la palabra que
utilizamos para designarlo, no deja de ser una práctica pasajera que está de
moda en un momento determinado. La realidad dista mucho de este pensamiento. Acostumbrados
a que los informativos sí adopten modas pasajeras, en muchas ocasiones caemos
en el olvido de que existan ciertas conductas delictivas. Si hoy no sale en la
tele, es que ya ha dejado de pasar…
¿Cómo
surge?
Ya
que el “cuándo” es totalmente irrelevante, cabe destacar que los cambios en los
sistemas educativos y el crecimiento del sentimiento de frustración entre los estudiantes
que los sufren en primera persona, son algunos de los motivos por los que
ciertas prácticas proliferan casi sin darnos cuenta. Unas veces, dichas
prácticas recaen sobre otros menores (lo que conocemos como bulling) y, otras,
sobre aquellas personas que deberían tener cierta autoridad sobre ellos, como
es el caso de los padres o profesores.
Estos
términos vienen precedidos del prefijo “cyber”/”ciber”, algo que ya nos anuncia
que esta humillación se inflige a través de las nuevas tecnologías. Canales y
redes como Facebook, Twitter o Youtube, se están convirtiendo en plataformas, o
más bien trampolines, para sacar a la luz grabaciones de estudiantes que se
dedican a lanzar objetos a sus profesores, bajarles los pantalones, insultan o
incluso agreden de forma brutal a los que deberían ser uno más de sus “modelos
a seguir”.
Medidas
contra la “ciberhumillación”
La
importancia radica en que se ataje el problema desde la base. Los jóvenes se
desarrollan tecnológicamente a más temprana edad que nunca, y para ello es
importante que los padres empiecen por ejercer un control de las prácticas
cibernéticas cuanto antes, mejor. Cuando hablamos de control, no hablamos de
privación del uso de las mismas, sino más bien de enseñarles qué, cómo y cuándo
utilizarlas. Los educadores y otros modelos de conducta también deben entrar en
el juego. Cuánto más se trabaje abordando un problema desde diferentes focos,
más impacto y eficiencia tiene en la persona que va a recibir la “lección”.
Hay
que recordar no sólo lo que está bien o lo que está mal, sino también advertir
que estas conductas están penadas por la
Ley y que, al “colgarlas” en la red, el nivel de anonimato no
es tan alto como ellos creen, sino que las investigaciones policiales en estos
ámbitos reducidos hacen que los agresores sean identificados con mayor rapidez.
Por
tanto, los pilares con los que trabajar son los de siempre: INFORMACIÓN,
EDUCACIÓN Y CONCIENCIACIÓN.
Todo
ello ayudaría a los menores a no alentar a sus compañeros para que ejerzan esta
represión sobre sus profesores. Que el circo no tenga espectadores lo único que
provoca es que tenga que cerrar sus puertas. Y, como no, tener en cuenta que si
vamos a enseñar, no se pueden utilizar los mismos medios que queremos reprimir
en otra persona, el fuego con fuego no se apaga; así que siempre desde el respeto
y la educación si queremos que nos entiendan y capten el mensaje.
“Inlitteratum
plausum non desidero” – Fedro (“No deseo el
aplauso de los ignorantes”)
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Angie
Muñoz Mejías
Estudiantes
de Criminología UOC
Contacto:
anxineta@gmail.com
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