EL SÍNDROME DE ESTOCOLMO
¿Cómo
es posible que una persona víctima de un secuestro durante un largo periodo
pueda decir que le han tratado bien? Puede que, en efecto, y bajo lo que esto
supone, sea así teniendo en cuenta las circunstancias.
Una
respuesta positiva al secuestro no obedece siempre al llamado “Síndrome de
Estocolmo”. A lo largo de la convivencia con los secuestradores, el sujeto que
ha sido secuestrado puede darse cuenta de que los secuestradores objetivamente
hablando tienen parte de razón, o de que son subjetivamente buena gente, aunque
no se les reconozca la razón.
Es
importante comenzar con una introducción hacia el significado principal de este
fenómeno, ser conocedor de su origen para poder adjudicarle un sentido, y
también tener conocimiento acerca de los factores que provocan, los efectos
secundarios que se pueden sufrir, como trastornos, depresiones, ansiedad, y
finalmente exponer una serie de posibles tratamientos eficaces cuando se ha
sufrido esto tras un secuestro.
Es
cierto que en una inmensidad de casos se puede dar éste síndrome en las
víctimas, ya sea de violencia de género, violencia doméstica, violencia
intrafamiliar y otros diversos. Pero para esta investigación, ha sido una
importante elección la del secuestro. Es algo que a nuestro parecer se está
dando muy poca importancia. Hay otros países con mayores estadísticas de
secuestro, como Colombia, México… Pero no es más cierto que ha habido múltiples
casos en España, y que el hecho de que no estén teniendo lugar en la actualidad
no significa que en un futuro no vaya a suceder.
Conocemos
el secuestro como la privación de libertado por un motivo o cuestión ajena a la
voluntad del detenido. Por lo tanto, este fenómeno podría resultar uno de los
actos más violentos en contra de dicha persona y se traduce en un síndrome de
dificultades psicológicas, personales y familiares.
Poniendo
un país de ejemplo en el que se produce en gran cantidad el secuestro, hablamos
de Colombia, en la que el secuestro ha sido tomado como una estrategia con
diversos fines por grupos guerrilleros, como por ejemplo las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (También conocidas como las FARC) y el Ejército de
Liberación Nacional, delincuentes comunes y, durante un tiempo, grupos
paramilitares.
En
este país, podemos hacer un recuento total de 23.401 personas secuestradas
entre los años 1996 y 2007. De entre esta cifra podemos calcular que durante el
cautiverio han muerto aproximadamente 1.288 y las muertes han resultado ser por
enfermedad o por asesinato cuando el sujeto trataba la fuga.
Desde
el punto de vista psiquiátrico, los problemas para el secuestrado pueden surgir
durante el cautiverio y después de éste (En el periodo de adaptación
post-secuestro). Algunos de los problemas generalmente relatados son: Trastorno
de ansiedad generalizado, estrés, fobias de diversa índole, obsesiones, estrés
pos-traumático, trastornos depresivos, problemas psicosomáticos, trastornos del
sueño y trastornos paranoides.
Por
parte de la familia se pueden presentar estos mismos cuadros y dificultades con
los duelos, que se suelen complicar por las circunstancias de escasa, nula o
equívoca información.
Origen del Síndrome de Estocolmo
Este síndrome no ha sido siempre así denominado, es más, hasta hace realmente poco se comenzó con la investigación acerca de este sujeto cuando éste se personalizó en Estocolmo. Para tener un conocimiento certero acerca del Síndrome de Estocolmo, debemos remontarnos a sus orígenes.
El
origen del Síndrome de Estocolmo data del año 1973, cuarenta y dos años atrás,
en el que dos delincuentes armados con ametralladoras asaltaron una sucursal
del Banco de Crédito de la capital sueca, y tras disparar a dos agentes, Erik
Olsson y Clark tomaron a cuatro rehenes, tres mujeres y un hombre
Las
negociaciones duraron seis días, que fueron suficientes para que finalmente la
policía pusiera fin al asalto sin permitir un solo herido más. Aquí no termina
todo, una de las rehenes, Kristin Enmark, la cual ejerció como portavoz de los
retenidos, mostró abiertamente una clara simpatía y confianza plena hacia su
secuestrador, a pesar de que Olsson había amenazado con poner fin a sus vidas y
les había llegado a poner una soga al cuello.
En
entrevistas posteriores los rehenes, que fueron amenazados, maltratados y
tuvieron en peligro sus vidas, apoyaban a los secuestradores y temían a los
agentes que los rescataron. Una de las mujeres tuvo una relación con uno de los
criminales y otra creó un fondo para ayudar con los gastos de la defensa.
Estaba claro que habían establecido un vínculo con sus asaltantes.
“Confío
plenamente en él, viajaría por todo el mundo con él” fueron las palabras de
Kristin, dispuesta a aceptar la propuesta de Olsson de que los dejaran salir en
coche llevándose a dos rehenes.
“No
me asusta Clark ni su compañero, me asusta la policía”. Esta fue la declaración
de otra de las rehenes. Según relata Olssen, el protagonista de la historia,
los rehenes se pusieron de su parte, llegando incluso a protegerle para que la
policía no pudiera dispararle.
Tras
este extraño y peculiar incidente, el psiquiatra Nils Bejerot, el cual asesoró
a la policía sueca, acuñó el término que estamos tratando para referirse a la
paradójica y desconcertante reacción del rehén, que incluye un conjunto de
mecanismos psicológicos que determinan la formación de un vínculo afectivo de
dependencia entre las víctimas de un secuestro y sus captores y, sobretodo, la
asunción por parte de los rehenes de las ideas, creencias, motivos o razones
que esgrimen a sus secuestradores para privarles de libertad (Gómez)[1].
Nils
Bejerot, explicó las razones que motivan a los secuestrados a defender a sus
secuestradores. Describe que es más común que una persona que haya sido víctima
de algún tipo de abuso llegue a experimentar simpatía por sus captores. Se ha
descrito en:
·
Rehenes o
secuestrados
·
Prisioneros de
campos de concentración
·
Miembros de una
orden de culto
·
Prisioneros de
guerra
·
Prostitutas
·
Víctimas de
incesto
·
Niños víctimas
de abusos psicológicos
· Mujeres maltratadas
por su pareja y/o familia
· El rehén siente
una amenaza física o psicológica por sobrevivir, y sólo el secuestrador puede
quitar tal amenaza.
· El rehén siente
alguna comparación por parte del secuestrador.
· Aislamiento de
perspectivas (Sensación de aislamiento del exterior y de abandono) aparte de
las que puede provocar el propio secuestrador.
· El rehén siente
que no hay posibilidad de escape (O hay un gran riesgo al intentarlo).
El
nombre de este síndrome saltó a la fama y al conocimiento de la sociedad debido
a otro secuestro, esta vez se trataba de Patricia Hearst, capturada por el
Ejército Simbiótico de Liberación. Dos meses después, no dejó a nadie indiferente
la famosa fotografía de la joven asaltando un banco junto a sus secuestradores.
Una vez detenida, sus abogados alegaron el recientemente acuñado término del
“Síndrome de Estocolmo”, pero finalmente Patty fue condenada por asalto.
Aproximadamente,
hablamos de que uno de cada cuatro rehenes sufre este síndrome que tendría su
origen en una particular manera de ver la situación en la que éstos se
encuentran[2]:
La de sentir que el secuestrador le salva la vida simplemente al optar por no
quitársela. Lo que sorprende es que la persona secuestrada parece ponerse de
parte del secuestrador en vez de ponerse a favor de sus rescatadores, que son
los que le darán la libertad. Esto ocurre seguramente porque su captor ha
estado muy próximo y no le ha matado, aunque podía haberlo hecho, le ha dado de
comer y le ha hecho un lavado de cerebro. El rehén llega a un cierto pacto de
no agresión, pero en el fondo, sin saberlo, lo que busca es salvar su vida (Urra)[3].
Dicen
los psicólogos que, en caso de secuestro, es frecuente que la respuesta del
secuestro se adapte a la pauta del llamado “Síndrome de Estocolmo”. Sometido a
una presión insoportable, para mantener el equilibrio psíquico, acaba amando la
mano que amenaza con golpearle, ofrece su amor al secuestrador para evitar el
castigo.
Factores y tratamiento
Durante
un secuestro, uno de los factores más importantes para que se dé el Síndrome de
Estocolmo es el trato que reciban las víctimas. En la medida en la que el
secuestrador haya sido más agresivo, la posibilidad de que éste se presente
disminuye sensiblemente[4], en cambio si ha sido muy bueno, sin haber mucha
violencia, entonces la posibilidad aumenta notablemente.
Otros
factores para que ocurra este fenómeno son la edad de la persona que ha sido
secuestrada -"encontré que mientras más joven es la persona más tendencia
hay para que se presenten síntomas parecidos a los de este síndrome",
explica el especialista- y el tiempo, "si el secuestro ha sido muy
prolongado, la posibilidad de que haya una identificación aumenta".
Correal,
un buen ejemplo de víctima de secuestro,
una vez recuperada la libertad tras tres
meses de cautiverio por parte de la guerrilla del Ejército de Liberación
Nacional (ELN) en Colombia, no desarrolló el Síndrome de Estocolmo, pero sí
confiesa en algún momento haber sentido lástima por sus secuestradores.
"Yo los veía igual de atados que yo".
En
cualquier caso, el Síndrome de Estocolmo caería dentro de la categoría de
efecto postraumático cuyo tratamiento -según Emilio Meluk- requiere de una
intervención escalonada "en el contexto de su propia comunidad y su
familia".
"Si
la situación es extrema, con síntomas de mucha angustia, insomnio, pérdida de
control, ideas recurrentes de que el sujeto sigue secuestrado, estados de
agresividad, pérdida de contacto con la realidad, etc., entonces ya pasaría a
una intervención de carácter psiquiátrico, pero ya es una decisión que se hace
en cada caso particular", agrega Meluk.
Quizás
una de las mayores dificultades para diagnosticar este síndrome, que también es
conocido como vinculación afectiva de terror o traumática, se deba a que no
está reconocido por los dos manuales más importantes de psiquiatría: el Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales y la Clasificación
internacional de enfermedades.
"Yo
diría que una buena discusión sería ver cuál es el alcance que este síndrome
puede tener hoy en día. Sobre la base de la experiencia colombiana yo no le vi
ningún sentido". Emilio Meluk considera que el término es obsoleto debido
a que la forma de supervivencia de un secuestrado, en un momento dado, es
inclinarse a favor de los secuestradores.
Marta López Ger
Estudiante de Criminología en la UCJC
Estudiante de Periodismo en la URJC
Blogger de páginas web de
Criminología y Moda
Redactora en la Página Web “Criminología de estar por casa”
Contacta mediante e-mail:
martuchiger@gmail.com
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